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Santandereano conquista las estrellas

Resumen

El santandereano Juan David Landazábal Rangel ganó la medalla de oro en las Olimpiadas Latinoamericanas de Astronomía en Brasil. Su esfuerzo y dedicación representan un logro significativo para Colombia, demostrando cómo la ciencia inspira y conecta a los jóvenes.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Alejandra León
Santandereano conquista las estrellas

“Participen, pierdan, laméntenlo, reinténtenlo, pero no desistan ante ninguna adversidad. Todo esto me pasó. La ciencia es para todos, pese a que parezca discriminante”. Con esas palabras, el santandereano Juan David Landazábal Rangel  resume el camino que lo llevó a conquistar la medalla de oro en las Olimpiadas Latinoamericanas de Astronomía, Astronáutica y Astrofísica 2025, realizadas en Brasil.

Juan David Landazábal Rangel, estudiante santandereano, se convirtió en orgullo regional y nacional tras ganar la medalla de oro en las Olimpiadas Latinoamericanas de Astronomía, Astronáutica y Astrofísica 2025, realizadas en Brasil. Su triunfo no solo representa un logro personal, sino también un hito para Colombia y Santander en un campo que, aunque parece lejano, cada vez atrae a más jóvenes curiosos y talentosos.

Lo llamativo de su historia es que la Astronomía no fue siempre su obsesión. Su primer amor intelectual fue la Filosofía. Fue desde allí, a través de preguntas fundamentales sobre el mundo, que encontró la puerta hacia la Física y, más tarde, hacia el estudio de los astros. En décimo grado escuchó hablar de la Olimpiada Colombiana de Astronomía y decidió presentarse. En 2024 logró el segundo puesto nacional y, como representante del país, viajó a Costa Rica a la Olimpiada Latinoamericana, donde alcanzó la medalla de bronce. Esa experiencia marcó un antes y un después: no solo confirmó su talento, sino que también encendió la chispa de una vocación que ya no tendría marcha atrás.

El camino al oro fue intenso y exigente. En 2025, Landazábal se sumergió en una preparación que combinó disciplina, constancia y una visión amplia del conocimiento. “La interdisciplinariedad fue clave”, recuerda. Para él, entender cómo distintas ramas del saber dialogan entre sí y cómo la organización y la claridad en los planteamientos ayudan a resolver problemas complejos, fue determinante. Esa capacidad de anticiparse a los retos y de interpretar las preguntas de la Olimpiada no surgió de la casualidad, sino de un hábito personal de estudio cultivado con rigor.

La experiencia en Brasil fue decisiva. Gracias a la colaboración del profesor Cristian Góez, Landazábal pudo participar en el “Treinamento T3”, un programa avanzado de preparación organizado por la Olimpiada Brasileña de Astronomía para sus delegaciones internacionales. Allí, rodeado de jóvenes brillantes y guiado por expertos, se enfrentó a entrenamientos que ampliaron su perspectiva y le dieron herramientas técnicas que luego serían cruciales en la competencia oficial. “Esa experiencia transformó mi manera de entender la dificultad de la Olimpiada y me permitió adquirir competencias fundamentales para el éxito”, afirma.

A su regreso a Bucaramanga, retomó las sesiones con el profesor Juan Carlos Basto, del Grupo Halley de la Universidad Industrial de Santander (UIS), quien acompañó al equipo colombiano en la preparación hacia la Olimpiada Internacional de Astronomía y Astrofísica (IOAA), celebrada en India en agosto de ese mismo año. Ese doble escenario, con prácticas en el exterior y entrenamientos locales, consolidó una preparación que fue tanto ardua como flexible, siempre abierta a distintas fuentes de conocimiento y a un ritmo de estudio exigente pero equilibrado.

El resultado no se hizo esperar. En Brasil, Landazábal afrontó las pruebas teóricas y la de cohetería con la seguridad de quien se ha preparado a conciencia. El oro llegó como la confirmación de un camino bien recorrido. Representar a Colombia y a Santander fue, para él, una experiencia profundamente emotiva y gratificante. “Un honor inmenso y la prueba de que la suma de las pequeñas circunstancias genera cambios agitantes en nuestra realidad”, afirma, consciente de que el triunfo no es solo suyo, sino también de quienes lo apoyaron y de la comunidad científica que lo inspiró.

Más allá de la medalla, Landazábal tiene claro que su papel también consiste en inspirar a otros jóvenes. A quienes sueñan con destacar en ciencias o competencias internacionales les envía un mensaje directo: nunca rendirse. Reconoce que es una frase repetida, pero la acompaña con su propia experiencia: participar, perder, lamentarlo, volver a intentarlo y, finalmente, triunfar. “La Olimpiada no se trata únicamente de estudiar, sino de reconocer en la educación una herramienta para dilatar nuestra visión del mundo. En eso estriba”, dice. Para él, la ciencia es para todos, pese a que a veces pueda parecer exclusiva o inaccesible. Por eso invita a las nuevas generaciones a divulgar el proyecto de la Olimpiada, a buscar apoyo en docentes y familias, e incluso a contactar a exolímpicos como él para orientarse en el proceso.

Su historia también refleja otra faceta: la de un joven con vocación por la enseñanza. Durante su tiempo en el Colegio UIS, lideró un semillero en el que compartió con otros estudiantes su pasión por la astronomía y la ciencia. Esa experiencia lo llevó a descubrir un afecto genuino por enseñar, una actividad que le permite multiplicar lo aprendido y contagiar a otros con la curiosidad por los misterios del cosmos.

Al final, lo que para muchos podría parecer un simple dato curioso se convierte en una reflexión profunda. Landazábal recuerda que la Astronomía es la ciencia común a todos nuestros ancestros, la primera pista de que, tras la aparente dispersión de la naturaleza, existe un orden matemático subyacente. En esa certeza encuentra no solo belleza, sino también el sentido de su propia búsqueda: comprender, con paciencia y método, el lugar que ocupamos en el universo.

Hoy, con una medalla de oro que brilla tanto como las estrellas que lo inspiran, Juan David Landazábal Rangel  demuestra que desde Santander también se puede conquistar el firmamento. Su logro no es únicamente personal; es la prueba de que el talento, cuando se encuentra con la oportunidad, puede elevarse tan alto como un cohete y dejar huella en la historia científica del continente.

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por Alejandra León

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