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Ojalá que hayamos aprendido de la pandemia de la Covid-19

Resumen

Colombia tardó en cerrar fronteras durante la pandemia de Covid-19, lo que resultó en numerosas muertes y contagios evitables. Esta experiencia subraya la necesidad de replantear estrategias para futuras crisis, promoviendo la solidaridad y responsabilidad global.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Editorial
Ojalá que hayamos aprendido de la pandemia de la Covid-19

Hace cinco años se vivió en Colombia una experiencia que será inolvidable para tres generaciones. A finales de marzo se declaró la cuarentena tras confirmarse la propagación mundial de la Covid-19, una peste originada en Asia que la Organización Mundial de la Salud ya había advertido sobre su letalidad.

Colombia tardó en cerrar fronteras y ello ocasionó numerosos contagios y muertes que se pudieron evitar. Los sobrevivientes de aquella peste conservamos secuelas permanentes que hoy constituyen un recordatorio indeleble de una gestión inadecuada.

Los errores cometidos en ese tránsito de prueba, error y acierto marcan una lección que debe servir de punto de partida para enfrentar futuros retos de la naturaleza a nivel local y mundial.

La experiencia de la Covid-19 obliga a revisar estrategias y a plantear medidas con rigor y sin arrogancia. La crisis evidenció la vulnerabilidad de nuestra especie y la incapacidad de actuar con la prontitud necesaria.

La demora en cerrar fronteras, en Colombia, trajo consecuencias devastadoras que se reflejan en la pérdida de vidas y en las cicatrices que hoy portan muchos colombianos.

La reflexión sobre estos hechos impone reconocer que la respuesta a la pandemia falló en todos sus niveles. Las autoridades actuaron con lentitud y se ignoraron las advertencias de expertos internacionales.

El retraso en tomar decisiones afectó especialmente a los sectores más vulnerables, quienes sufrieron las consecuencias de una política ineficiente. El episodio deja una enseñanza que es crucial, la cooperación y la solidaridad deben prevalecer sobre la soberbia y el aislacionismo.

En este aniversario de la pandemia se hace necesario recuperar el instinto de humanidad. La experiencia dolorosa invita a renovar el compromiso con la vida y a dejar atrás la arrogancia de aquellos países y Gobiernos que se creen superiores.

Se debe instaurar una ética de responsabilidad global que contemple la igualdad de derechos y la cooperación sin barreras. El futuro depende de la capacidad de aprender de los errores y de construir una sociedad más justa, en la que cada nación reconozca su fragilidad y la importancia de actuar en beneficio del conjunto.

El dolor que trajo la pandemia obliga a una transformación en la forma de gobernar y de relacionarse con la naturaleza. Las secuelas en la salud de los sobrevivientes y la pérdida irreparable de vidas deben impulsar reformas contundentes.

La historia registra que la arrogancia y la inacción conducen a crisis mayores. El aprendizaje de este episodio debe permear en cada política y en cada acción y marcar el inicio de una nueva era de solidaridad y de compromiso ético que beneficie a toda la humanidad.

La historia no permite repetir los errores. La lección resulta contundente. La debilidad humana se manifiesta en la inacción. El compromiso con la vida exige humildad y responsabilidad. Sólo una actitud de cooperación y respeto por la igualdad nos permitirán aprender sobre esta experiencia aleccionadora, en la adversidad, pero ya vivida.

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por Editorial

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