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Sinaloa, entre el horror narco y el fracaso del Estado: tres cabezas y un narcomensaje que exhiben la derrota de la seguridad

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by Camilo Silvera
Sinaloa, entre el horror narco y el fracaso del Estado: tres cabezas y un narcomensaje que exhiben la derrota de la seguridad

 

 

La guerra sin cuartel que desangra a Sinaloa volvió a estremecer al país. Este lunes, en un nuevo episodio de terror, tres cabezas humanas y restos corporales fueron abandonados junto a un narcomensaje del Cártel de Sinaloa, en plena carretera La Costera, a la altura del puente de San Blas, en el municipio de Navolato. El hallazgo, que incluye un tambo con químicos y cajas negras usadas en narcolaboratorios, es un mensaje directo: aquí manda el crimen organizado.

“Esto les va a pasar a todos los mugrosos… tienen 24 horas para correr”, se lee en el mensaje firmado presuntamente por una célula del grupo conocido como “Los 300”.

Los restos, entre ellos un cuerpo maniatado con señales de tortura extrema, fueron colocados a plena luz del día. Automovilistas que transitaban por el sitio dieron aviso a las autoridades, que solo llegaron horas después, cuando el horror ya había circulado por redes sociales y medios locales.

 

Una violencia que no cede, pese a los operativos

Mientras la población vive entre el miedo y la resignación, las autoridades continúan anunciando refuerzos y “operativos exitosos”. A finales de mayo, el secretario de Seguridad federal, Omar García Harfuch, presumió el despliegue de 1.200 militares y 400 policías federales más en Sinaloa. Sin embargo, los resultados son demoledores: los homicidios aumentaron un 232 % en los primeros cuatro meses de 2025 con respecto al año anterior.

Ni la presencia del Ejército ni la retórica institucional han logrado contener la violencia, que ha alcanzado niveles inéditos: ejecuciones públicas, cuerpos colgados de puentes, masacres masivas y más de 1.689 desapariciones forzadas desde septiembre de 2024, según cifras extraoficiales.

 

“No somos nosotros quienes controlamos Sinaloa”: el Ejército, rebasado

Más alarmante aún fue la reciente declaración de un general de la III Región Militar, quien reconoció que la seguridad del estado “no depende de las fuerzas castrenses, sino de los grupos criminales”. En otras palabras, el Estado ha perdido el control territorial. Un reconocimiento tácito de derrota que desnuda el fracaso de una estrategia militarizada que no distingue entre culpables e inocentes, y que acumula más cuerpos que resultados.

Rocha Moya: entre la negación y la impotencia

El gobernador Rubén Rocha Moya ha oscilado entre el silencio y la autocrítica tardía. Aunque recientemente admitió que “la violencia sigue fuera de control”, no ha presentado ningún cambio de rumbo en la estrategia de seguridad. El resultado: más de 1.647 homicidios dolosos en diez meses y un clima de terror generalizado.

Escuelas cerradas, comercios clausurados, poblaciones sitiadas por el miedo. La sociedad sinaloense está recluida, harta y sin protección. Las pocas protestas sociales que emergen lo hacen bajo el riesgo de represalias, en un estado donde la gobernanza criminal ha reemplazado a la autoridad legítima.

 

Narcomensajes como forma de gobierno

La disputa entre las facciones del Cártel de Sinaloa —“Los Chapitos” vs. “La Mayiza”— ha convertido a Sinaloa en un campo de batalla narco. En este conflicto, los narcomensajes no son solo amenazas: son actos de gobierno, mecanismos de control social que reemplazan a las instituciones, infunden miedo y marcan territorio.

El reciente hallazgo en Navolato, con sus imágenes dantescas y su retórica violenta, no busca solo eliminar rivales. Busca instalar una narrativa de poder, una lógica en la que la ley del más cruel suplanta a la del Estado. Se impone la barbarie sobre la convivencia, el terror sobre el orden civil.

 

La omisión oficial: una forma de violencia institucional

Más allá del horror que provoca cada crimen, preocupa la respuesta institucional: tardía, ineficaz o inexistente. La estrategia de seguridad encabezada por Harfuch y respaldada por el Ejército no solo ha fracasado: ha naturalizado la impunidad. Cada nuevo acto de violencia parece ya no sorprender, sino confirmar que el Estado ha abdicado de su responsabilidad más básica: proteger la vida y la dignidad de sus ciudadanos.

Esa omisión sistemática es, en sí misma, una forma de violencia institucional. Una que no mancha con sangre, pero sí corroe la confianza social, alimenta el miedo colectivo y profundiza la sensación de abandono.

 

Un Estado ausente, una sociedad acorralada

Sinaloa es hoy el espejo más crudo del colapso del orden civil en México. Allí donde los criminales dictan normas y castigos, donde los militares admiten no tener control, donde los gobernantes ofrecen excusas en lugar de soluciones, la vida se vuelve insostenible.

La brutalidad del narco y la incapacidad del gobierno se retroalimentan, creando un espiral de violencia que parece no tener fin. Y mientras tanto, la sociedad civil, acorralada y cada vez más sola, clama por algo que debería ser básico: vivir sin miedo.

Ni Harfuch, ni el Ejército, ni Rocha Moya han podido —ni parecen saber cómo— devolver la paz a Sinaloa. La urgencia de un cambio real en la política de seguridad no puede postergarse más. Porque cada día sin respuesta es una nueva renuncia del Estado, y una nueva victoria para el crimen.

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por Camilo Silvera

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