Mesón de los Búcaros es una costosa ‘letrina’ construida en Bucaramanga
Resumen
El deprimido del Mesón de los Búcaros en Bucaramanga es una zona de constante peligro para peatones y conductores debido a la falta de vigilancia y políticas públicas adecuadas. La comunidad reclama soluciones urgentes ante el deterioro del entorno.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
El deprimido del Mesón de los Búcaros se convirtió en un enclave de peligro constante para transeúntes y conductores. Consumidores de todo tipo de sustancias ilegales, habitantes de calle y delincuentes, ocuparon el espacio como hábitat permanente.
Esa invasión del espacio responde a la ausencia de vigilancia, la falta de iluminación y el vacío de políticas públicas eficaces. La pasividad de las autoridades expone a la ciudadanía a riesgos que superan la incomodidad. Allí se arriesga la vida.
Basura, roedores, desechos de humanos y de animales, transformaron el deprimido en la ‘letrina’ más costosa de Bucaramanga. Los vecinos de los barrios Alarcón, San Francisco y Álvarez observan con preocupación el deterioro de su entorno.
El hedor insoportable, perceptible desde varias cuadras de distancia, invade la respiración y el caos urbano erige otro muro de exclusión. Ese territorio se volvió reducto de la indignidad y la indiferencia oficial.
La tragedia golpeó este sector en 2022, cuando un delincuente segó la vida de Nikol Valentina Rodríguez, niña de quince años, a plena luz del día por robarle el celular, pero ni este triste asesinato sirvió para que se le haga una transformación al deprimido y se refuerce la seguridad.
La muerte de Nikol Valentina desnuda la crudeza de una realidad que se mantiene hasta el presente, jóvenes, peatones, ciclistas, motociclistas y automovilistas, corren el mismo riesgo. La impunidad fortalece a quienes recurren al arma blanca para financiar el vicio.
Esa dinámica altera el tránsito en la Avenida Quebradaseca; ciclistas evitan pasar de noche, conductores de carros y motocicletas, aceleran por precaución en ese túnel oscuro o prefieren tomar rutas más largas. El miedo domina la planificación cotidiana.
Hace dos años la Alcaldía de Bucaramanga ordenó la eliminación de andenes en la zona para evitar la circulación peatonal. Esa medida buscó sacar del túnel a los consumidores para restaurar la seguridad.
Sin embargo, la solución resultó mecánica y dejó intactos los factores de riesgo como ausencia de control social, falta de programas de rehabilitación y nulo acompañamiento comunitario.
El abandono oficial reclama una respuesta integral. La Policía Nacional debe hacer presencia permanente, con patrullajes diurnos y nocturnos, no sólo para genera la sensación de seguridad, sino para garantizarla.
La Alcaldía debe convocar a instituciones de salud y a fundaciones sociales para abrir espacios de atención y rehabilitación, pero eficientes, eficaces y no de momento, o sólo por apantallar que hay acción.
Resulta inconcebible que un problema tan notorio sea ignorado o normalizado como parte de un paisaje deprimente nacido de la indolencia y de la evidente carencia de una política social.
La ciudad no puede ser más un territorio de crimen y miseria. El drama execrable que se presenta en el Mesón de los Búcaros exige intervención inmediata, porque la comunidad, harta de suciedad y violencia, demanda soluciones definitivas y no emplastos placebos que sólo sirven para disimular la inmundicia que hay debajo.