Maximiliano Vergara: el líder que soñó con transformar Santander y cuyo crimen sigue en la impunidad
Resumen
A 36 años de su asesinato, el caso de Maximiliano Vergara, un importante líder conservador de Santander, sigue sin resolverse. Su legado y lucha por el desarrollo de Barrancabermeja permanecen vivos, mientras familiares exigen justicia y verdad.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
36 años después de su asesinato, familiares y amigos del expresidente de la Asamblea de Santander siguen clamando justicia y exigiendo que no se borre de la memoria el legado de un hombre que entregó su vida al servicio público y al desarrollo de Barrancabermeja.
Por Camilo Ernesto Silvera Rueda - Redacción Política / EL FRENTE
El 11 de agosto de 1989, Barrancabermeja vivió una de las jornadas más oscuras de su historia. A plena luz del día, sicarios atentaron contra la vida de Maximiliano Vergara Martínez, dirigente conservador, concejal, diputado y entonces presidente de la Asamblea Departamental de Santander.
En el momento del ataque, Vergara estaba en su oficina de la estación de servicio La Cordialidad, uno de sus proyectos empresariales más sobresalientes. En sus brazos sostenía a su hija Catalina, de apenas dos años, cuando las balas lo sorprendieron.
El líder sobrevivió al atentado, pero 22 días después, el 2 de septiembre de 1989, falleció en el Hospital Militar Central de Bogotá. Su muerte causó consternación en Santander y dejó un vacío político en la región del Magdalena Medio, que veía en él a un dirigente con proyección nacional. Hasta hoy, 36 años después, su crimen sigue sin esclarecerse.
Un líder llamado Max
Nacido en Barrancabermeja el 18 de octubre de 1944, Maximiliano, a quien todos llamaban cariñosamente “Max”, pasó sus primeros años en el puerto petrolero, donde estudió primaria en el Instituto Pabolini. La familia se trasladó luego a Montería, donde culminó el bachillerato en el Liceo del Sinú y el Liceo Montería.
De regreso en Barrancabermeja en 1961, trabajó en el Banco de Bogotá y como obrero en la multinacional petrolera Kellogg Company, encargada de ampliaciones en la refinería. Ese contacto temprano con el mundo del trabajo lo marcó: desde joven entendió las necesidades de los trabajadores y la importancia del desarrollo económico para la región.
Su espíritu emprendedor lo llevó a incursionar en distintos sectores económicos. Trabajó en Acuasur, luego en la constructora Gutiérrez Contreras & Cía Ltda, participando en obras de impacto regional, y más tarde en la fábrica de gaseosas Hipinto.
En los años 70 encontró su verdadera vocación empresarial en el negocio de los combustibles. Primero tomó en arriendo varias estaciones de servicio y más tarde fundó la Estación de la Cordialidad, reconocida por ser la primera en la ciudad con un lavadero automático. Desde allí no solo generó empleo, sino que se convirtió en un punto de encuentro comunitario.
La política: el salto a lo público
A comienzos de los años 80, Maximiliano Vergara decidió dar el salto a la política, militando en el Movimiento Único de Renovación Conservadora, corriente liderada por Jorge Agustín Sedano González.
Se destacó por su carácter directo, su capacidad de gestión y su estilo frontal, cualidades que le abrieron camino en la arena política. Fue elegido concejal de Barrancabermeja en varias ocasiones y posteriormente diputado de Santander, cargo desde el cual llegó a ser presidente de la Asamblea Departamental.
En el municipio creó el llamado “Grupo de Ayatolas”, una alianza estratégica con los dirigentes conservadores Aníbal Salazar Vélez y Gabriel Galvis Molina, con quienes impulsó proyectos de desarrollo social y político para la capital petrolera.
Su liderazgo lo convirtió en una de las figuras más sólidas del conservatismo en la región. No pocos lo veían como un eventual aspirante al Congreso de la República.
La tragedia: un crimen político
La violencia política que azotó a Colombia en los años 80 alcanzó de lleno al Magdalena Medio. En medio de una ola de asesinatos de dirigentes sociales y políticos, el nombre de Maximiliano Vergara se sumó a la lista de víctimas.
Las primeras versiones señalaron a grupos insurgentes, especialmente al ELN, como responsables del atentado. Posteriormente, declaraciones de exparamilitares como Mario Jaimes Mejía, alias El Panadero, vincularon a las FARC y a un hombre conocido como Castalia. Sin embargo, ninguna investigación judicial llegó a conclusiones firmes.
Hoy, el expediente sigue empolvado en los archivos judiciales y las preguntas de su familia siguen sin respuesta: ¿quién ordenó la muerte de Max Vergara? ¿Cuál fue el verdadero motivo de su asesinato?
El dolor intacto de la familia
Cada aniversario de su asesinato se convierte en un recordatorio del vacío que dejó. Su sobrino Claudio Vergara lo resume con palabras de frustración:
“Han pasado más de tres décadas y no sabemos quiénes fueron los responsables. La impunidad duele tanto como la pérdida misma. Lo único que pedimos es que el Estado cumpla y nos diga la verdad”.
Su hija menor, Catalina, que sobrevivió al ataque en brazos de su padre, ha crecido con la carga de ser testigo inocente de ese momento trágico. Sus hermanos, entre ellos el economista Javier Darío Vergara, el funcionario público Carlos Óscar Vergara, el empresario Ramiro Humberto Vergara, y el banquero Juan Carlos Vergara Serrano, han seguido caminos profesionales distintos, pero unidos en una misma causa: mantener vivo el legado de su padre y exigir justicia.
Un legado que resiste al olvido
El municipio de Barrancabermeja decidió bautizar la carrera 28 con el nombre de Avenida Maximiliano Vergara Martínez, un homenaje simbólico que busca mantener vigente la memoria de un líder que soñó con un Magdalena Medio más próspero y justo.
Pero, para su familia, no basta con los gestos simbólicos. Quieren verdad, justicia y que se conozcan los nombres de quienes planearon y ejecutaron el crimen.
El asesinato de Maximiliano Vergara no fue un hecho aislado. Forma parte de una cadena de homicidios políticos ocurridos en Colombia en los años 80, una década marcada por la guerra sucia, la persecución a líderes sociales y la consolidación de estructuras armadas ilegales.
Su caso refleja la tragedia de un país que perdió a decenas de dirigentes que representaban voces de cambio y esperanza en medio de la violencia.
La deuda pendiente
Hoy, 36 años después, su nombre sigue resonando en Barrancabermeja y Santander como sinónimo de liderazgo, visión y compromiso. Pero también como símbolo de la deuda del Estado con las víctimas de la violencia política.
“Maximiliano fue un hombre que soñó con transformar Santander. Lo mataron por sus ideas y eso no puede quedar en el silencio. La justicia tiene que hablar algún día”, reclama su hermana Amada Luisa, con voz firme.
La memoria de Max Vergara sigue viva en la ciudad que lo vio nacer y crecer. Un líder que, aunque asesinado en plena madurez política, dejó una huella imborrable en la historia de Santander. Y cuyo crimen, aún en la impunidad, interpela a un país entero sobre la necesidad de justicia y verdad.