Matty un caricaturista con un ingenio que perdura

Resumen

Matías Blanco Pineda, conocido como Matty, fue un destacado caricaturista de origen santandereano que dejó una huella significativa en diversos medios de comunicación, gracias a su estilo único y respeto en el arte de la caricatura.

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Matty un caricaturista con un ingenio que perdura
El talentoso y recordado Matías Blanco Pineda

Por: Álvaro Angarita Saavedra/Redacción EL FRENTE

Nacido en Gramalote, ese municipio nortesantandereano que por decisión de la naturaleza se desplomó el 17 de diciembre 2010 como un castillo de naipes, por una falla geológica, que sumada al fuerte invierno de ese año se llevó todo ese poblado.

Santandereano por adopción, el caricaturista Matías Blanco Pineda -Matty-, permanece en la memoria de quienes disfrutaron de sus trazos en los diferentes medios de comunicación escritos como el matutino Sagitario en Cúcuta, Vanguardia y Periódico EL FRENTE en la capital santandereana. También sus sesgos caricaturistas fueron impresos en varias revistas desde la década de los años 60s y hasta el 25 de abril de 2016, fecha de su eterna despedida terrenal.  

Maty se fue al paraíso prometido con 85 años recién cumplidos, de muerte natural y acompañado de sus seres queridos.

Pero los comienzos de este ingenioso hombre de los trazos alegres fueron en el año 1957 en el periódico Sagitario, de Cúcuta, a los 26 años, hombre aficionado a las historietas y deseaba ser historietista en el año 1950.

El comienzo

Desde niño, Matty se habituó a la lectura y las tiras cómicas, entre esas historietas el ‘Peneca’, la Pequeña Lulú, que estaban tan de moda y por supuesto a las llamativas pinceladas de Walt Disney.

En Cúcuta y en esas populares idas y retornos a San Antonio del Táchira, Venezuela, un día vio la famosa revista de “Rico Tipo”, del dibujante argentino José Antonio Guillermo Divito, que traía un cupón para aprender por correo dibujo, caricaturas y publicidad.

Con la emoción de ese instante compró la mencionada revista, recortó el cupón y rápido lo envió vía Correos de Colombia a territorio del Rio de La Plata, al Instituto Argentino de Dibujo, entidad encargada de la enseñanza.

 La espera se hizo bastante larga, parecía eterna para el inquieto mozalbete. La paciencia era su única opción, pues el recorrido de la misiva con el cupón era: Cúcuta a Barranquilla, 8 días; de la capital del Atlántico a Buenos Aires, 15 días pues se llevaba era en barco y el regreso era de la misma forma, no había otra solución que esperar a que apareciera el cartero, ojalá con la buena nueva.

Al fin un día entre semana, el repartidor de la correspondencia le entregó la anhelada nota que se esperaba desde las tierras del tango y de las pampas. Matty la leyó una, otra y otra vez, no creía que fuera real, era la respuesta a su futuro, la que había llegado.

Tenía dos opciones, para acceder al curso, pagarlo por mensualidades o cancelar el valor de contado, optó por adquirirlo a un solo pago ¿cómo lo haría? Ni Matty sabia como, solo contaba con la voluntad de Dios Todopoderoso… eran 25 dólares que, al cambio de la época, era un dólar por 75 pesos colombianos. Conseguir en esa época dólares en Cúcuta no era problema, se adquirían en la calle de esa ciudad con los cambistas de bolívares y otras monedas.

La financiación

No hay abuela que no este dispuesta a colaborarle a su nieto, eso jamás va a cambiar, su querida ‘nona’ hizo el aporte y Matty hizo la solicitud con pago de estricto contado. De nuevo la larga espera y la angustia de ver pasar los días y nada de la respuesta. ¿Y si no llegaba nada? ¿Qué explicación le daría a la abuela? Junto a otras preguntan que rondaban en su cabeza.

Pero la orden de entrega de la encomienda llegó y raudo como ‘Speedy González’, corrió a la oficina de correos. De ahí en adelante todo cambio en la vida de Matías Erí Blanco Pineda, el nombre completo de ‘Matty’.

Tanta era su afición que según palabras textuales de Matty, “Dibujaba hasta dormido… trazaba caras, círculos y óvalos”. Igualmente, para sostenerse mientras lograba el diploma como dibujante caricaturista, hacia avisos para empresas, etiquetas para productos alimenticios y cuanta labor parecida se le presentaba, labores que realizó entre 1947 y 1951. Pero también fue Inspector de Higiene de la Gobernación de Norte de Santander, con un salario de 60 pesos, una de las labores que le permitió pensionarse y recibir cada fin de mes su dinero como sustento hasta que fue llamado por nuestro Dios Creador.

Matty disfrutó en una época en la que la caricatura eran solo dibujos en el periódico, sus colegas lo reconocieron como una de las personas más sencillas, nobles y cálidas que han conocido, en un medio donde los artistas son distantes, taciturnos y con el tiempo olvidados.

Matty interpretaba el quehacer de política y del diario vivir con un tipo de dibujo basado en el lenguaje universal de la caricatura, claro, respetuoso y sin llegar a la ofensa. Como Matty lo expresaba siempre: “Voy a soltar el lápiz, el día que el cuerpo no me lo permita”, y lo cumplió a carta cabal.

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