La pirámide
Resumen
Una joven encargada de frutas en un supermercado enseña el valor de la sonrisa y la amabilidad, convirtiendo un sencillo accidente en un espectáculo alentador. Su actitud positiva resalta en medio del caos diario, transformando lo cotidiano en algo inspirador.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Claudio Valdivieso
Todos los días tenemos oportunidad de aprender o ignorar el valor de cada sonrisa. ¡No podía creerlo! Tampoco me había detenido a prestarle importancia hasta ese día que, por fortuna, encontré a una simpática muchacha encargada de la sección de frutas de un supermercado y me detuve a observarla en medio del caos de su “divertida” jornada.
Ingresé al autoservicio directo a la sección de frutas y encontré en medio del reguero de manzanas y duraznos a la chica que caricaturizaba su tragedia. Se fueron al suelo mis pirámides, dijo nerviosa al convertirse en la atractiva crítica de los clientes que cuestionaron su fracasada arquitectura de construir pirámides de frutas. ¿Estás en líos verdad? Preguntó una amable señora de avanzada edad quien sujetada a su caminador se agachó para ayudarle a recoger las frutas. La señora sonrió restándole importancia al incidente de los duraznos, pero reconoció que de la prodigiosa sonrisa de la empleada brillaba la espectacular y célebre frase: “buenos días”.
Como sucede en la gran mayoría de las tragedias aparecen personajes críticos, otros empáticos y los que ni si quiera tienen capacidad de discernir entre un accidente, un defecto y una acción de mala voluntad. Esta vez la niña del supermercado tenía la promoción de su sonrisa como ejemplo. En medio del simpático accidente, aunque trágico para ella, la joven transmitía una contagiosa alegría por su actitud. La señora del caminador, en voz suficiente, le dijo que nunca se había encontrado con una sonrisa de buenos días mientras su “palacio de frutas” se derrumbaba lentamente.
Supuestamente para eso es su salario, dijo un trastornado cliente al resbalar involuntariamente sobre uno de los duraznos. En medio del espectáculo entre el reguero de frutas y los protagonistas de esta historia decidí sonreír con extraordinario disimulo. La señora del caminador remató su comentario diciendo, que en su juventud era más fácil encontrar gente amable y dulce que las amargas personas de hoy en día que ni buenos días saben decir. Ser amable nada cuesta y es más fácil sonreír que estirar el rostro para evitar el “tenebroso” buenos días que salió de circulación sin explicación alguna.
Es verdad. No siempre los días están para sonreír, pero tampoco es impedimento para ser amable. La chica del supermercado entre sonrisas dijo que, aunque su estipendio exigía ser amable, decir buenos días y alegrarse es el salario de su alma para sentirse bien y hacer que los demás sientan lo mismo. En casa es primordial despertarse y reír, aunque se trate de calambres.
La joven reconstruyó la pirámide de duraznos y justo al sentar la última fruta su pirámide regresó al piso. Sucesivamente la jugosa pirámide caía y subía del piso al estante sin detener la mejor actitud de la muchacha. ¡Sí!, fue un bonito espectáculo.
¿Hay promoción de frutas? Preguntó un incauto cliente sorteando saltos para evitar pisar los duraznos y convertirlos en pulpa. La señora, sostenida del caminador respondió que sí, además dijo que había una oferta de toneladas de “buenos días”, para recuperar la bonita actitud que por descuido se quedó en el abandono.