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De partidos, vidas y luchas compartidas

Resumen

La vida y el fútbol comparten la injusticia y desafíos que requieren resistencia y espíritu combativo. Como los hinchas del Atlético Bucaramanga, la clave está en enfrentar adversidades con tenacidad, cantando y soñando pese a las dificultades.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Edgar Muñoz
De partidos, vidas y luchas compartidas

Por: Edgar Julián Muñoz González

En algunas ocasiones me siento derrotado. Y como he dicho repetidas veces, la derrota aterriza. Todos enfrentamos batallas. Algunas se reflejan en los estados de cuenta, en los bolsillos, otras en silencios raros durante reuniones familiares, cuando no sabemos si saludar o voltear la cara porque sabemos de lo incómodo del momento. Y están las que se libran dentro de nosotros mismos. La vida no es una línea recta, ojalá, sino un campo plagado de provocaciones. A veces, como el jueves en el estadio, esos obstáculos adquieren formas muy concretas cuando un VAR parece funcionar solo para los intereses de quienes codician más. Los hinchas del Atlético Bucaramanga sabemos bien que cuando el sistema decide inclinar la balanza, no queda más opción que la resiliencia.

El fútbol, como la vida misma, es injusto. Los grandes clubes, con poder económico y políticos influyentes a su favor, imponen su ley en los terrenos de juego. Pero no es valioso acumular trofeos con chequeras perpetuas tanto como construir una historia recogiendo sueños, sacrificios y alegrías en medio de las dificultades. Los hinchas santandereanos, con nuestro espíritu combativo, lo sabemos. Cada jornada en el estadio, cuando suena el himno de Santander, lo cantamos completo. Y cada cántico es una afirmación de resistencia frente a lo que está diseñado para desfavorecernos. Fabián Sambueza aún no puede jugar en la liga por decir verdades incómodas.

Esos mismos sentimientos se reflejan en la política y la sociedad. Nos prometen justicia y equidad, pero las instituciones suelen responder al interés del más fuerte. Ante estas decepciones, hay pueblos que desarrollan una vitalidad admirable. No es lo mismo crecer en la comodidad de un entorno próspero que aprender a vivir en un mundo marcado por guerras, desigualdades o crisis económicas. Quienes enfrentan adversidades constantemente, desarrollan una fortaleza que otros jamás comprenderán. Sin embargo, confundimos el conocimiento de estas realidades con la creencia de que todos hemos recorrido las mismas trochas.

La clave está en aprender a convivir con los altibajos. El fútbol nos lo enseña cada semana: el resultado no siempre será justo, pero tampoco es lo único que importa. Lo esencial es levantarse, volver al estadio, apoyar, creer. De igual manera, en la vida, la prosperidad no es la ausencia de problemas, sino la capacidad de superarlos sin perder la soberbia, “siempre arrogantes, porque llevamos en nuestra sangre la libertad”. En última instancia, lo que mantiene viva nuestra esperanza no es el trofeo, sino la lucha diaria contra el aburrimiento, la resignación y el desencanto.

La verdadera victoria no está en el marcador ni en el reconocimiento, sino en no rendirnos jamás. Somos hinchas de nuestra propia historia, y mientras sigamos cantando, luchando y soñando, siempre tendremos razones para celebrar.

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