De encrucijadas, propaganda y Diomedes
Resumen
El artículo examina cómo el liderazgo político y la propaganda moldean la percepción de la realidad, con ejemplos históricos y contemporáneos, exponiendo la dicotomía en decisiones cruciales e influencias en la narrativa pública.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Edgar Julián Muñoz González
Viendo lo que sucede en estos días, con la ascensión de Donald Trump, pienso en todo lo que se necesita para llegar a ocupar el puesto de elección democrática más importante de un país. Es evidente que cualquiera que logre esa posición ha tenido que sacrificar parte de su vida y de su humanidad; de lo contrario, no habría sido posible. Lo digo porque, en el fracaso de nuestras democracias y del modelo liberal, nos encontramos en la encrucijada donde, obligatoriamente, debemos elegir entre una posición y la otra. Ya sabemos que, como vamos, vamos pésimo. Aunque no se trata de una simple elección entre el bien y el mal, pero sí de optar por la expectativa menos mala.
Lo curioso es que no parece haber un horizonte claro al que queramos llegar. Pienso en las milicias mormonas a mediados del siglo XIX, instaladas en Salt Lake City. Habiendo sido perseguidos, maltratados y asesinados, decidieron emprender su viaje al Oeste para fundar su propia nación. Cualquier pueblo que enfrenta una amenaza de exterminio tiene derecho a defenderse. Estas milicias hicieron de todo para mantenerse firmes en su territorio, pero para lograrlo también tuvieron que asesinar niños y mujeres, incluso de su propia religión, aliarse con los indígenas y pactar acuerdos para conservar el control de su recién formado gobierno.
Sin embargo, lo que conocemos de la capital de Utah no se compara con lo que tuvieron que sufrir. Las guerras internas, que nunca fueron llamadas civiles porque no estaban declaradas, enfrentaron al Estado, la milicia y los nativos. La propaganda fue un arma astuta, y la inteligencia, como institución, también.
La historia se ha contado siempre a conveniencia. Basta con recordar el Imperio Romano: La Eneida fue la mayor obra de propaganda que ha existido. Los romanos, que en su origen no eran más que campesinos, necesitaban legitimarse, y Augusto, tras la muerte de Julio César, encargó a Virgilio la misión de forjar un mito fundacional. Con genialidad, el poeta creó una secuela digna de Homero y situó a los romanos como descendientes de Troya, vinculándolos con el linaje de Príamo.
La propaganda ha sido siempre la mejor herramienta para moldear la historia. Hoy la vemos en todas partes. Trump llama dictador a Zelenski. Un líder que, más allá de sus aciertos o errores, ahora es pieza de la propaganda política de un país que dicta cátedra en conveniencia y negocios, dejando de lado la moral y los principios. Es cierto que los estadounidenses no tienen por qué pagar por la guerra entre Rusia y Ucrania, pero también lo es que no deberían intervenir para debilitar aún más a los invadidos. Pero a estas alturas, eso ya no importa.
En Colombia, Gustavo Petro busca lo mismo. Quiere mostrarse como sabio, intelectual y humilde. No se proclama Jesús porque Maduro ya se adjudicó ese título, pero ahora quiere ser Aureliano. Ojalá se sintiera más como Horacio Cocles, el héroe de la Historia de Roma de Tito Livio, quien dijo: "Para cada hombre en esta tierra, la muerte llega tarde o temprano. ¿Y qué mejor manera de morir tiene un hombre que la de enfrentarse a su terrible destino defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?"
La propaganda optimista igualmente empalaga: Colombia es un país hermoso, vamos a ser capaces, somos un pueblo digno. Palabras vacías que se repiten como letanías. Esto no es de estallidos sociales, mucho menos de estallidos democráticos, como erróneamente quiere llamar el expresidente Uribe a las nuevas marchas.
La suerte está echada, como en la canción de Diomedes. Ahora depende de si queremos ser mejores o seguir siendo una cloaca tercermundista más. Para prevalecer se necesita luchar. Aun así, faltarán siglos para resurgir si buscamos el buen camino, y solo unos años para exterminarnos si seguimos por el otro,