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8M: cómo empezó todo

Resumen

El 8M tiene sus raíces en protestas laborales y movimientos sufragistas del siglo XIX y XX. Mujeres de todo el mundo exigieron justicia, igualdad y derechos. La ONU oficializó el Día Internacional de la Mujer en 1975, marcando un recordatorio de la lucha continua.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Maura Samara Suárez
8M: cómo empezó todo

Por: Maura Samara Suárez

Muchos conocen que la historia del 8 de marzo se debe a un incendio en una fábrica textil donde murieron varias mujeres, pero la realidad es mucho más compleja. A mediados del siglo XIX, las mujeres no tenían derecho al voto, no podían administrar sus propias cuentas, se les negaba la formación académica y, además, tenían una esperanza de vida significativamente menor que los hombres.

En 1848, dos mujeres estadounidenses reunieron a cientos de personas en la primera convención por los derechos de las mujeres. Fueron tachadas de locas y ridiculizadas, pero sembraron la semilla de lo que vendría después.

Años más tarde, el 8 de marzo de 1857, en plena Revolución Industrial, las trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York salieron a protestar en masa contra las duras condiciones laborales a las que eran sometidas. Si bien es cierto que en aquella época las condiciones de trabajo eran extremadamente difíciles para todos los obreros, la precariedad afectaba aún más a las mujeres, cuyos salarios podían llegar a ser menos de la mitad que los de los hombres solo por su género. La protesta terminó con una violenta intervención de la policía, pero su impacto dejó un precedente clave en la lucha por la igualdad.

En 1893, Nueva Zelanda se convirtió en el primer país en otorgar el derecho al voto a las mujeres, lo que desencadenó un movimiento sufragista a nivel mundial.

Los historiadores coinciden en que otro antecedente clave fue la marcha de 1908 en Nueva York, donde 15.000 mujeres se manifestaron para exigir mejores condiciones laborales, salarios justos y el derecho al voto. Un año después, el Partido Socialista declaró el 28 de febrero como el Día de la Mujer, celebración que se mantuvo hasta 1913.

Fue entonces cuando la alemana Clara Zetkin, durante la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, propuso establecer una jornada global para discutir el sufragio femenino. Como resultado, el 19 de marzo de 1911 se celebró por primera vez el Día de la Mujer en varios países europeos. Las mujeres reclamaban su derecho al voto, al trabajo, a la educación y a la no discriminación.

En vísperas de la Primera Guerra Mundial, las mujeres rusas conmemoraron su día el último domingo de febrero, al igual que en otros países europeos. En 1917, las mujeres rusas salieron a las calles a protestar contra la guerra, desencadenando la Revolución Rusa. El 25 de febrero, el zar ordenó disparar contra ellas, pero la represión fracasó. Para marzo, Nicolás II ya había abdicado, y el nuevo gobierno concedió a las mujeres el derecho al voto. Según el calendario gregoriano, esa fecha correspondía al 8 de marzo.

Este fue el punto de partida de un movimiento que se extendió por todo el mundo. En 1929, las mujeres nigerianas se levantaron contra los impuestos colonialistas. En 1945, las lavanderas irlandesas fueron a huelga, exigiendo mejores condiciones laborales. Ese mismo año, con la creación de la ONU, Eleanor Roosevelt leyó una carta abierta instando a los líderes mundiales a permitir la participación de las mujeres en asuntos internacionales.

Finalmente, en 1975, la ONU declaró oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. El 8 de marzo no es solo un día de celebración, es un día de conmemoración. Se trata de recordar la lucha de quienes nos precedieron y de reconocer que aún queda camino por recorrer. Conmemorar es entender que los derechos conquistados no fueron regalos, sino el resultado de resistencia protesta y sacrificio. En mi próxima columna abordaré las razones por las cuales es crucial seguir exigiendo derechos para las mujeres

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