Nuevo Papa León XIV hace un llamado de unidad y paz en mundo
Resumen
El nuevo Papa, León XIV, aboga por una Iglesia que promueva la unidad y la paz. Destaca la importancia de la acción concreta y un liderazgo humilde, llamando a católicos y líderes del mundo a superar divisiones y trabajar juntos.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)La iglesia católica ha quedado en buenas manos. Esa podría ser la mejor definición tras la escogencia, por parte del Cónclave al Cardenal estadounidenses, Robert Francis Prevost, como el nuevo Papa y Obispo de Roma, quien escogió el nombre de León XIV para su papado.
Su primer discurso estuvo cargado de sencillez y palabras concretas. Mensajes directos y llamados firmes a los seguidores del catolicismo, a los gobernantes de todos los países y a toda la humanidad, con los cuales invita a la unidad y a la paz.
La solemnidad del saludo Papal contiene una exigencia clara. La Iglesia no puede contentarse con rituales ni palabras vacías.
Debe encarnar la paz que proclama. Esa consigna desarma cualquier pretensión de poder humano. Reclama humildad y constancia. Cada católico recibió la misión de ser puente entre toda la humanidad.
El aprecio al Papa Francisco no surgió por mera deferencia dentro de su saludo inicial. Eso resalta su voz tenue, su bendición inequívoca y su confianza en la victoria de la gracia sobre el mal.
Lo puso como ejemplo para que cada comunidad eclesial debe irradiar serenidad confiada, superar divisiones y permanecer en la certeza de la misericordia divina.
León XIV hizo la invitación a avanzar “mano a mano” como desafío para desterrar el miedo. Reclamó decisión.
Los destinatarios del mensaje deben adoptar una postura activa. Dejar atrás la inercia y asumir responsabilidad misionera. No se trata de gestos simbólicos, sino de acción concreta: diálogo sincero, solidaridad efectiva y testimonio coherente.
La gratitud al Colegio Cardenalicio y el reconocimiento de raíces agustinianas apuntan a un liderazgo renovado. Ese liderazgo no demanda privilegios. Más bien, les suplica a sus servidores que difundan justicia y caridad. El Obispo, junto al episcopado, no ejerce mando distante, sino que camina en medio de su rebaño.
El llamado a la Iglesia de Roma como punta de lanza misionera convierte la Plaza de San Pedro en símbolo de acogida. Ahí converge la universalidad de la fe con la urgencia de atender al vulnerable. La paz de Cristo resucitado se mide por el grado de compasión hacia el que sufre.
El saludo a Chiclayo revela la reciprocidad que ennoblece a cada Iglesia local, porque aporta tradición. Esa dinámica debe inspirar a todas las diócesis en el mundo. La meta final resulta diáfana. Quiere una Iglesia sinodal, cohesionada y atenta al clamor de los desfavorecidos. No existe otra ruta.
León XIV cerró su saludo especial con el mensaje central, que la paz de Cristo resucitado impulsa a la Iglesia a unirse sin temor, a forjar puentes de diálogo, a servir a los más necesitados, trabajar en medio de la gente y a cumplir su misión evangelizadora bajo la guía del sucesor de Pedro.
Hay un regocijo especial por este nombramiento y es que los latinoamericanos se creen parientes del nuevo Papa, lo toman como cercano por haber trabajado durante 30 años en el Perú y por suceder en el Trono de San Pedro a otro Papa suramericano, pero, más por su llamado de unidad y paz en el mundo.