Culto a la mediocridad
Resumen
La mediocridad en Latinoamérica se manifiesta en un estancamiento económico y gobiernos ineptos. La corrupción desbordada y la sumisión a regímenes autoritarios frenan el desarrollo, mientras la producción cultural y científica es limitada y politizada.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Jaime Galvis Vergara
Hay algo preocupante en Latinoamérica, la mediocridad; La mayor parte de los países que se incluyen en esa denominación, presentan un evidente estancamiento económico, además hay gran deterioro en varios aspectos de su actual situación, gobiernos caóticos, gobernantes ineptos, una obsesiva fijación en ideologías absurdas y lo que es más grave, una triste sumisión de los respectivos pueblos a regímenes dictatoriales o semi-dictatoriales, donde la mediocridad impera desde los escalones más bajos de la burocracia hasta la cumbre del poder.
Gobernantes semianalfabetos, cuyas alocuciones son sartales de disparates, unos parlamentos cuyos miembros desconocen los vericuetos del Estado, elaborando leyes disparatadas y mal redactadas y un poder judicial dedicado a las persecuciones políticas, en medio de una impunidad pasmosa. Todo lo anterior condimentado con una corrupción desbordada.
A ese desbarajuste gubernamental se suma un desgano total de la ciudadanía, más aún, la generación de ideas, de conceptos, de descubrimientos, se ve desestimulada, ante la actitud generalizada de hostilidad hacia todo lo nuevo. La abulia burocrática impregna, el ambiente.
Latinoamérica no se distingue por sus realizaciones científicas ni tecnológicas; su producción artística y literaria es muy limitada y en parte politizada. La importancia política de estos países es casi nula, por la mediocridad de sus líderes y gobernantes.
En medio de tantos mandatarios ridículos y bufonescos, hay algunos presidentes notables por sus capacidades como estadistas, tales como los presidentes de Argentina, el Salvador y el nuevo y promisorio jefe de Estado del Ecuador. Estos son la excepción, no la regla.
Si se examinan las listas de las ciudades más peligrosas del Mundo, invariablemente se presentan las urbes latinoamericanas, en ellas proliferan las bandas de atracadores y los carteles del narcotráfico. En esas actividades hay complicidades gubernamentales como ocurre en Colombia.
Es vergonzoso comprobar que pequeños estados del Oriente que recientemente eran colonias o protectorados, se están convirtiendo en emporios industriales, mientras en Latinoamérica, en países con más de doscientos años de historia imperan la miseria y el crimen.
Hay un libro muy interesante, “La Presidencia Imperial”, escrito por Enrique Krause que presenta la evolución de los gobiernos del PRI en México, con toda la corrupción y descaro que caracterizaron dichas administraciones, pero la situación sigue igual, un Presidente altamente sospechoso de corrupción, escogió a dedo a su sucesora y el dócil electorado votó masivamente por ella, como ocurría en la época del PRI.
En Brasil gobierna alguien que estuvo condenado y preso por indelicadezas en el manejo de los dineros públicos y en sus anteriores administraciones patrocinó la corrupción en diversos países por medio de la empresa de ingeniería Odebrecht.
En Venezuela, una sucesión de dos gobiernos violentos y codiciosos que arruinaron el País, provocaron el éxodo de casi la tercera parte de la población y mantienen esa nación en la miseria.
La situación en Colombia es deplorable, un enfermo mental, drogadicto y dipsómano está obsesionado por negociar con las bandas de forajidos como si se tratara de tratados entre naciones. Sus gabinetes ministeriales han sido verdaderas ollas de grillos, incoherentes y corruptos. Ha convertido el País en un antro siniestro de corrupción y de caos administrativo, en medio de peroratas ridículas y amenazas a la oposición, que parecen haberse hecho realidad con el atentado a un precandidato opositor. La situación en otros países de Latinoamérica amerita una segunda columna.