Científicos crean nuevo color y su cerebro no sabe cómo procesarlo

En un hito sin precedentes para la neurociencia y la percepción visual, un equipo de investigadores liderado por James Fong anunció la creación de un nuevo color, jamás percibido por el ojo humano, al que han bautizado como “olo”. Esta tonalidad, descrita como un azul-verde de saturación extrema, fue generada no por pigmentos ni pantallas, sino mediante estimulación directa de los conos retinianos, las células sensibles a la luz del ojo.
El experimento, publicado en una revista científica especializada, se apoyó en una sofisticada tecnología llamada Oz, capaz de emitir microdosis de láser con una precisión milimétrica sobre células individuales de la retina. Mediante un mapeo exacto del ojo de cada participante, el sistema fue capaz de activar únicamente los conos M (verdes), algo que no ocurre de forma natural en ningún entorno físico.
“Al activar solo ese tipo de célula, se provocó una señal visual que el cerebro nunca había interpretado antes. Lo que vieron los sujetos fue un color nuevo: olo”, señalaron los autores.
La percepción del color en los humanos se basa en la combinación de tres tipos de conos: S (azul), M (verde) y L (rojo). Cada color que vemos es producto de la estimulación simultánea de al menos dos de ellos. Pero al aislar la estimulación solo al canal M —algo imposible con luz natural— se desencadena un estímulo cerebral fuera del “gamut” visual humano, es decir, más allá de lo que normalmente podríamos ver.
El color resultante no solo sorprendió por su intensidad, sino porque los participantes no lograron compararlo con ningún color conocido sin añadir luz blanca para desaturarlo. Una clara prueba de que olo está fuera de nuestra paleta visual tradicional.

¿El inicio de una nueva era visual?
Más allá del descubrimiento sensorial, este avance tiene profundas implicaciones para la medicina y la tecnología. El sistema Oz podría ser clave en el tratamiento del daltonismo, al estimular conos inactivos o ausentes con precisión quirúrgica. Asimismo, se abre la posibilidad de simular condiciones como la visión tetracrómica, que algunas personas —principalmente mujeres— poseen de forma natural gracias a un cuarto tipo de cono.
También podría revolucionar la forma en que se investigan enfermedades visuales. “Podríamos recrear exactamente cómo se distorsiona la visión en una patología, y diseñar tratamientos personalizados que reprogramen la experiencia visual”, explicó uno de los coautores.
Por ahora, la tecnología tiene sus limitaciones. El área estimulada es muy pequeña, y los usuarios deben mantener la mirada completamente fija. Además, los conos del centro de la retina, responsables de la visión más aguda, son aún demasiado pequeños para ser manipulados con esta tecnología. “Expandir este sistema para una visión libre y completa será uno de los grandes desafíos del futuro inmediato”, señala el estudio.
