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Bucaramanga, una ciudad que cansa

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by Oscar Jahir Hernandez

Hoy no quería escribir. Porque a veces me canso de repetir lo obvio. Y me canso sobre todo de ver cómo las cosas en vez de cambiar siguen peor. A los gobernantes les restan dos semanas santas y nuevamente veo desechada la ilusión que la gente tenía en ellos. Lo cierto es que nuestra área metropolitana lleva a cualquiera al borde del colapso emocional y el mejor ejemplo es Bucaramanga, una ciudad que agota. Cansa la suciedad, el caos vial, la inseguridad, las motos que revientan los tímpanos de la gente y angustia a tantos adultos mayores por la zozobra que eso les genera, sin que las autoridades actúen, porque ni siquiera son capaces de contestar un derecho de petición, que es en últimas la conexión básica entre los ciudadanos y la administración. ¿Con qué cara le piden a la gente que sean buenos ciudadanos, cuando el mismo director de tránsito de la ciudad, en menos de tres días, es visto dejando su carro oficial estacionado dos veces en la vía pública? Excusas puede tener, porque la verdad no es válida sin matices. Pero cuando uno es autoridad, no puede exigir lo que no cumple. Por estas cosas es que Jaime Andrés Beltrán pierde las batallas con sus contradictores, porque la autoridad no se impone, se ejerce con el ejemplo. A veces me pregunto: ¿en qué momento Bucaramanga se volvió este lugar donde uno ya no espera nada bueno? ¿Cómo se normalizó este paisaje de basura, ruido, miedo y desgobierno? ¿Dónde quedaron los proyectos, el orgullo? Pasamos de aplaudir la construcción de grandes obras, a las ruedas de prensa para exponer el cambio del bombillo en un poste. Aquí no hay proyectos serios, solo hay selfies, excusas, cargos para los amigos sin importar su grado de mediocridad y una ciudad cada vez más sola. Con el concejo ni se cuenta: la mitad de sus integrantes se acomodan a los intereses del alcalde, dos de ellos no saben a qué llegaron, los tres de siempre exigiendo sus cuotas burocráticas amparados en una procuraduría presta para el chantaje, tres más como gatos divirtiéndose con una rata antes de comérsela, otro creyéndose el representante de los empresarios de la ciudad sin contarle a la gente que tiene una matriz de empresas falsas a cuestas para eludir impuestos, y de mi amigo “Chumi” Castañeda mejor ni hablemos. Y respecto al gabinete … ¿alguien los ha visto hacer algo? Bueno, yo sí: a uno que, junto a un exsacerdote y un ex concejal de la ética, dejaron la lógica a un lado para repartirle a los amigos de una iglesia cristiana los subsidios y mejoramientos de vivienda. Hoy no quería escribir. Pero el silencio tampoco sirve. Porque cuando uno calla, los que hacen daño se sienten cómodos. Y no. No merecen esa comodidad. Bucaramanga todavía tiene gente que siente, que sueña, que no se ha resignado. Y mientras queden voces que escriban desde el desencanto, pero con firmeza, aún habrá esperanza de que esta ciudad recupere algo de lo que fue. Mis disculpas con ustedes por no querer escribir nada hoy.

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por Oscar Jahir Hernandez

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