Vuelve el burro al trigo

“…Y se repartirán la patria como siempre entre los gringos los ricos y los curas y los pobres seguirán como siempre porque el día que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo”. El Otoño del patriarca. Gabriel García Márquez.

Cuando leí por primera vez esta frase en el citado texto del mentado escritor, no pude calcular su contenido político porque en aquel entonces, era un muchacho que cursaba el último año de bachillerato y no tenía el aguaje intelectual para comprender semejante portento de oración. Tampoco podía uno predecir que Gabo sería tamaño mostro de la literatura.

“Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento”, cuando ya estaba en la universidad haciendo mis primeros pinitos en ingeniería, y como yo de todas maneras seguía siendo adicto a la lectura, pude entender en toda su magnitud el contenido político, dialéctico, histórico y cultural de una de las frases más célebres emitidas por este costeño avallenatado.

Ahora, cuando han transcurrido numerosos lustros de aquella primera lectura y me pregunto, ¿En qué momento se jodió Colombia? es cuando esa frase lapidaria aflora a mi memoria y me advierte que, en pocos meses volverán las elecciones presidenciales. Uno no sabe a ciencia cierta en qué momento se jodió Colombia, pero sabe perfectamente que se jodió.

Decían los griegos que la política es el arte de gobernar a los pueblos. Yo digo, con entereza y bajo mi responsabilidad, que la política en Colombia fue hasta el penúltimo presidente, eso sí que quede bien claro, la metodología religioso-coprológico-mentirosa de volver Cuprus a los pueblos. Pero lo que resulta más doloroso, es que una abrumadora mayoría de colombianos somos totalmente inocentes de esta tragedia sociológica, así como los negros africanos nunca fueron culpables de la más horrorosa diáspora en este planeta de simios hablantes y filosofantes.

Rodolfo Llinás, el científico colombiano más eminente, nada tiene que ver en esta tragedia de Esquilo. Y mucho menos tienen que ver los campesinos sencillos y humildes que ponen los muertos, los niños limosneros y las prostitutas de consumo nacional y también de exportación. Ni Shakira, ni el genetista Yunis, ni el futbolista Luis Díaz, ni el finado Fernando Botero, ni el difunto García Márquez, ni las mujeres bellas, ni los escritores, ni los matemáticos, ni los físicos, ni los profesionales verracos del país. Mejor dicho, son pocos, relativamente, los que tienen que confesar ante Dios, en qué momento se tiraron a Colombia.

Por eso yo quiero para las próximas elecciones, reitero, yo quiero y pido permiso para sugerir, que los treinta y tantos millones de colombiano que conforman el universo en capacidad de elegir, sean lo suficientemente enterados, educados, preparados, blindados y no engañados, y mucho menos comprados para elegir el nuevo mandatario de los colombianos.

Sería muy lamentable que los verdaderos enemigos del pueblo se dieran las mañas y lograran las artimañas para hundir un barco que hoy navega rumbo a un mejor destino. Porque, no me explico, cómo los aparatos ideológicos del Estado, entre ellos el más poderoso que son los medios de comunicación masiva, logren hacer creer y convencer al pobre que, es bacano y muy gratificante seguir siendo pobre. Al ignorante y al analfabeto que es bacano ser analfabeto e ignorante. Que uno puede ser feliz y gozar de lo que no tiene. Que es mejor meter trago cerveza o guarapo con tal de que los dejen vivir en paz, y así no haya para comer. Que la salud y la educación y de hecho la preparación profesional valen “gúevo”, con tal de que todos los días haya cien partidos de fútbol y todo el año haya ferias y fiestas y reinados y que haya maracachimba de las más chimba para todos los colombianos. Y la oligarquía cagada de la risa.