Una historia para narrar…
Resumen
Dos gobernantes sudamericanos contrastan en su liderazgo: uno equilibrado y respetuoso con leyes, y otro autocrático y divisivo, con retórica incendiaria.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Érase una vez dos gobernantes sudamericanos de dos naciones un tanto distantes entre sí.
Uno, de la segunda nación más pequeña del continente, pais ganadero y potencia mundial del fútbol. El otro, de la segunda nación con mayor extensión territorial, bordeada por dos océanos y la segunda más biodiversa del mundo.
A los dos gobernantes los unía, en un principio, su ideología comunista y por añadidura; éranse exguerrilleros. El primero era un hombre sensato, si bien ateo, un guerrillero redimido, coherente con sus causas sociales y con su discurso. Que dejó a tiempo la doctrina comunista y aunque implementó políticas progresistas en búsqueda del bienestar social, respetó el sistema capitalista y la economia de mercado. Estilo de gobierno que le valió para gobernar con equilibrio a su nación.
El segundo, un díscolo, dicen quienes lo conocen de cerca, que fue ateo, aún no se tiene claro su credo. Un guerrillero resentido, incoherente con sus causas sociales y su retórica.
El de la pequeña nación y los afamados futbolistas: un ciudadano al día con la justicia y sin deudas morales, reivindicado con la sociedad, austero y sin vanidades; un ejemplo de vida.
El del país cafetero y los dos océanos: un individuo investigado, en mora con la sociedad, derrochador y vanidoso; un caradura.
El primero, fue un convencido de vivir como las mayorías, como vive la clase trabajadora. Cuentan qué; antes, durante y después de su gobierno, y hasta su muerte, no dejó de habitar su humilde casa campesina. Que donaba al Estado el 90 % del salario y de la pensión de presidente para suplir en algo las necesidades de los más desfavorecidos. Que gobernó respetando la división de poderes y ceñido a la carta magna de su país. Falleció octogenario, con dignidad, en la tranquilidad de sus aposentos y abrazado por su mujer.
Del otro se sabe, que sigue en el poder con ínfulas de emperador. Que practica la demagogia e incita a sus incautos seguidores a la lucha de clases, a quienes llama “el pueblo”. Que distrae y divide con discursos incendiarios, que omite la Constitución y las leyes e irrespeta la división de poderes. Que incumple los compromisos con la Iglesia y promueve ilusorias consultas y constituyentes populares; en lugar de gobernar con seriedad y respeto para con sus compatriotas.
En las calles se rumorea que pretende quedarse en el poder - cueste lo que cueste - pues en su mente de autócrata no toleraria ser expresidente. Y, se sabe de lo último insólito que hizo, acompañado de sus esbirros: sacar de las cárceles a los delincuentes más temidos para llevarlos a la tarima y sentarlos a escuchar su discurso anarquista. También se evidencia que perdió el norte y sigue dando bandazos, siendo incapaz de gobernar con equidad para el bienestar de todos.
Su gobierno expira y cada vez pierde más popularidad. Así va al que ya le dicen “el emperadorcito”. Esta historia continuará …