Torta de princesa

Por: Claudio Valdivieso

Karina celebraba ocho años y tomó aire para extinguir las velitas con sus deseos, quedó pensativa, y miró de reojo a su abuelito abrazándose, él, sujeto del caminador para las fotos del recuerdo. Aplaudían la canción de cumpleaños y las velitas esperaban el aire de Karina sobre la torta rosada de princesas de vainilla y chocolate. La niña inhaló, retuvo el aire y exhaló preguntándole al oído. ¿Qué te gustaría ser antes de bien viejito?

-Karina, no es el momento, así que sopla o explotará la torta y llegarán los bomberos. La niña soltó el ventarrón de sus deseos afanada por el abuelo. ¡Estaba feliz!

Terminada su piñata la pequeña se recostó en los abrazos del abuelo y le recordó su pregunta esta vez sin afanes ni pretextos. Respóndeme abue, ¿Qué te gustaría? -De pronto tener treinta años menos. Eres muy pequeña para asociarte con esas preocupaciones, así, que por ahora sólo debes disponer del ejemplo de mis errores y discernir para evitarlos.

Los labios de chocolate de Karina sonreían y le inquietaba crecer; ayudaba a su abuelo con suaves caricias de mentol de sus rodillas y se entristecía verlo irritado cuando recordaba tomar los medicamentos una hora después de la receta del doctor. 

Abuelito, ¿Tendré que usar tu caminador? -Esa es la vida pequeña, es el camino que conduce a la vejez, es como un vocabulario que te va enseñando cada día una palabra diferente; la vejez es el título que se otorga después de aprender mil palabras a través de las acciones, escuchar versiones, cometer errores, corregirlos y permitirles a otros evitarlos.

La guía para llegar a viejos sin depender del caminador no está patentada, pero, en el vocabulario de tus acciones sí puedes elegir llegar a la vejez en paz. ¡No pises a nadie!

En el camino del tiempo quedará la juventud y se construirán recuerdos y decepciones, aunque estas son más complejas para entenderlas. De pronto, me gustaría tener treinta años menos, disfrutaría de la juventud que anhela un niño con la sabiduría de un anciano, además de la firmeza de nuestros músculos para levantarnos de cada tropiezo que nos damos contra el mundo.

Sobre Dios, aprende que Él no es rico ni pobre; el dinero no te endiosará, pero recuerda que hay acciones que enriquecen o empobrecen, de modo que, sé cauta en tus actos y coherente con tu fe. En cada palabra del “diccionario de la vida” hay tiempo suficiente para conocer la utilidad de la vejez.  

Cada día, agenda el discernimiento ante el paso que darás. No siempre el cansancio de los viejos es por el recorrido, sino de buscar el regreso para encontrar el camino correcto. Muchos de nosotros, los viejos, hemos corrido con la “buena y mala” suerte de tomar las trochas para ganarle distancia al tiempo o tiempo a la distancia; de modo pequeña, que descansa del ajetreo de tu fiesta y mira con respeto y dignidad a los ancianos, ellos construyeron y destruyeron lo que ves, donde vives y adonde vayas.