Ser mujer en 2025

Escribir sobre mujeres no fue algo planeado, sino un camino que surgió de forma orgánica. Desde joven, me interesó entender el papel que hemos jugado en la historia, las barreras que hemos enfrentado y los espacios que aún nos falta conquistar. Mi formación estuvo marcada por lecturas que dejaron huella: El segundo sexo y Una habitación propia. Y, por supuesto, Mujeres del alma mía, de mi autora favorita, Isabel Allende, que, recoge con sensibilidad muchas de las causas que han marcado la vida de las mujeres.

A veces me preguntan ¿por qué si apoyo estas causas? No es una pregunta fácil de responder, no porque dude de mi postura, sino por los prejuicios que rodean cualquier intento de defender la igualdad. Decir que quiero un mundo más justo para las mujeres parece venir acompañado de etiquetas impuestas: “radical”, “odia-hombres”, “extremista”. Nada más alejado de la realidad. Crecí rodeada de hombres extraordinarios: unos padres que me enseñaron a leer, a cuestionarlo todo, a pensar por mí misma. Me apoyaron siempre y me transmitieron el amor por los libros. Y, aun así, sé que hay mucho que cambiar.

Creo que las mujeres podemos ocupar más espacios sin necesidad de derrumbarlo todo para reconstruirlo desde cero. Pero más allá de teorías y posturas, hay una realidad innegable: han pasado más de cien años desde que las mujeres comenzaron a luchar por sus derechos humanos y en pleno 2025 seguimos pidiendo lo mismo. La igualdad aún no es una realidad, y las cifras lo demuestran.

Las mujeres seguimos ganando un 20% menos que los hombres por el mismo trabajo. Además, realizamos un 60% más de trabajo de cuidado no remunerado, lo que nos deja en desventaja para acceder a seguridad social y mejores oportunidades económicas. En muchos países, la desigualdad no solo se tolera, sino que está escrita en la ley: 69 países aún limitan el derecho de las mujeres a trabajar y en 43 ni siquiera existe legislación contra el acoso sexual en el ámbito laboral.

Y el problema no es solo económico o legal. La violencia contra las mujeres sigue siendo una realidad. Una de cada tres ha sido víctima de acoso o violencia basada en género, y en el 91% de los casos, las víctimas somos nosotras. Cada 10 minutos, en algún lugar del mundo, una mujer es asesinada. Y en más de 90 países, la violencia doméstica sigue sin ser castigada por la ley.

El caso de Giselle Pelicot es un reflejo de esta impunidad. Con su caso, se descubrieron grupos en Telegrama donde cientos de hombres compartían imágenes íntimas de mujeres sin su consentimiento, y sin enfrentar consecuencias. Mientras tanto, en Irak, las niñas pueden ser obligadas a casarse a los nueve años. En Afganistán, las mujeres han sido borradas de la vida pública: no pueden trabajar ni salir solas.

En Colombia la situación tampoco es alentadora. En 2023, cada día tres mujeres fueron asesinadas por feminicidio. Somos el único país de Latinoamérica donde aún se practica la mutilación genital femenina. En 2023 al menos 90 niñas de la fueron mutiladas en Colombia, en su mayoría de la comunidad Embera. Peor aún, esta práctica ni siquiera está penalizada.

Después de más de un siglo de lucha, deberíamos estar celebrando avances, no contando víctimas. Ser mujer en 2025 sigue siendo un desafío. Y no, querer equidad no es estar en contra de nadie. Es apostar por un mundo donde todos podamos crecer con libertad.