“Salga de aquí”

“Salga de aquí”, fue la frase que le faltó expresar a Amparo Moreno, secretaria general y presentadora del Encuentro Universal de Escritores, Vuelven los Comuneros, durante la velada de inauguración del evento, la noche del 29 de septiembre anterior, llevada a cabo en la Casa del libro total.

La payasada fue así. Se acostumbra que cada escritor participante, a su llamado de una lista previamente confeccionada por la susodicha secretaria, pasa al atril y presenta durante cinco minutos, una muestra de su trabajo literario. Yo quedé totalmente súpito cuando la dama leyó el nombre del último participante y anunció las notas del himno de Santander, y no escuché mi llamado. Aclaro que yo había inscrito mi nombre como escritor, de golpe de los primeros en hacerlo, como un mes atrás. Y lo verifiqué el jueves o viernes anterior a una llamada que le hice a Cecilia Urrutia, encargada de estos menesteres, y a un celular que me facilitó la ya citada Amparo Moreno.

Pero un amigo mío, que me conoce como escritor desde la llegada de Cristóbal Colón, y que ha leído algunos de mis novelas y el libro de, “Cuentos para ganarse uno conflictos personales”, se preguntó, cómo la dama Moreno, como si hubiera conocido el contenido de este texto y en una práctica diestra del realismo mágico, se olvidó de mi nombre y se le borró la foto de la inscripción.

Entonces, con sigilo le preguntó, a qué se debía el no llamado a mi presentación, y le dijo mi nombre y me señaló. ¿Ese es Oscar Fajardo? Argumentó la dama Moreno, como si hubiera visto a San Martín de Porres con una botella de guarapo en la mano. Seca y displicente explicó que ella se había olvidado puesto que nunca me había visto, y que además yo venía de lejos, y que además yo no había lustrado los zapatos, y que yo tenía los pies planos y no me había vacunado contra la fiebre aftosa, y así otro montonón de disculpas imbéciles y de argumentos raquíticos pero elocuentes, y finalmente me alcanzó el micrófono para que me presentara, eso sí que no fuera a demorarme porque ya se había acabado el tiempo.

Yo estaba que me desintegraba nuclearmente por su estulticia, pero tenía muy claro que no debía irrespetar el auditorio, puesto que soy Comunicador Social-Periodista con título universitario, y a lo largo de mis 37 años de práctica profesional, he aprendido muy bien qué es la Ética profesional. Además, estaban presente escritores de Venezuela, de Argentina, de Costa Rica, y de otras latitudes, aparte de colombianos.

Tragándome el sapo procedí a contarles mi hoja de vida escritural, que era el autor de El Mentiroso más elegante de este país, novela; de Yo el narcotraficante, de El candidato de los difuntos, de El Manicomio más grande del mundo, de La muerte le llegó por internet, de Geometría erótica de un amor inventado, de El amor tiene sus formas de matar, etcétera, y columnas y ensayos y cuentos, y que sabía con precisión de neurocirujano, a qué se debía mi exclusión.

Enseguida abandoné el recinto con dignidad. Resulta que yo le envié a la citada Amparo Moreno un video de los éxitos del presidente Petro, y ahí cayó una bomba atómica sobre Hiroshima y otra sobre Nagasaki. “A mí no me mande videos ni notas de ese guerrillero tal por cual…”. Yo apenas dije, miiiieeeeddda, por enésima vez me he sabido meter en la verraca.  Entonces, ponerme a explicar por qué fui vetado del evento, de los cuales he asistido a muchos y en varias partes del país, es como ponerme a explicar, para qué nos sirven las tetas a los hombres. O, cuál es la diferencia cuántico-molecular entre una lechuga gigante y una marrana flaca.