Riña entre baja de la pobreza monetaria y realidad del empleo
Resumen
La economía colombiana muestra un crecimiento del PIB impulsado por el incremento de importaciones, pero la dependencia de empleos informales y contratos temporales debilita los avances en reducción de pobreza, exponiendo déficits fiscales y estructurales.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)En este momento la economía colombiana exhibe una paradoja inusual reflejada en el déficit comercial, tradicionalmente visto como un lastre, pero que ahora lidera el crecimiento del Producto Interno Bruto, PIB, en el primer semestre, con un avance de 2,7 %.
Este fenómeno obedeció, en esencia, al alza masiva de importaciones de bienes intermedios. En mayo, las compras al exterior se dispararon 82,2 % frente a igual mes de 2024, e impulsó sectores clave como el agropecuario, la industria manufacturera y el petrolero.
Dos factores explican este apogeo inusual y sinigual. Primero, la revaluación de la moneda nacional frente al dólar abarató las adquisiciones foráneas, alivió la presión sobre los costos de insumos.
Por otro lado, un acuerdo entre el sector financiero y emprendedores garantizó tasas de interés reducidas, mediante un pacto público - privado que complementó las decisiones del Banco de la República.
El crédito más accesible permitió a múltiples empresas adquirir maquinaria y materias primas sin sacrificar su liquidez. Ese flujo de importaciones generó un efecto multiplicador sobre el consumo interno.
Varios hogares y firmas obtuvieron bienes de capital e insumos con menor esfuerzo financiero, sostuvieron la demanda agregada y crearon un entorno atractivo para inversiones.
Como resultado, la pobreza monetaria descendió a 31,8 %, un guarismo inédito según el DANE. Sin embargo, un examen más riguroso revela grietas estructurales que riñen entre la disminución de la pobreza monetaria y la realidad del empleo formal en el país.
La principal vía de incorporación de trabajadores fuera de la pobreza se basó en empleos informales y contratos temporales. Esa fuerza laboral carece de seguridad social, jubilación y atención médica completa.
Si miramos a través de ese prisma, el mercado laboral creció en plazas por cuenta propia y vínculos eventuales, sin garantizar estabilidad ni protección, aunado a lo anterior, el desequilibrio fiscal agravó la situación.
El déficit del sector público alcanzó 7 % del PIB en 2024, con un faltante de caja superior a 19 billones de pesos. Para contener la brecha, se recortaron subsidios y se suprimieron programas sociales de asistencia alimentaria y apoyo a jóvenes.
Estas medidas reducen el espacio fiscal para impulsar nuevas iniciativas de capacitación y protección social. La ausencia de políticas públicas centradas en formalizar el empleo amenaza con diluir los avances en erradicación de la pobreza.
Hace falta una reforma laboral, centrada y seria, que fomente la contratación con prestaciones y ofrezca incentivos fiscales a pequeñas y medianas empresas, sólo así se garantizará que el crecimiento económico no repose en la precariedad.
La coyuntura actual exige equilibrar impulso productivo y justicia social, porque con bases frágiles y finanzas contraídas, la ilusión de prosperidad se desvanecerá en próximas crisis. La única salida consiste en construir un mercado laboral sólido, progresivo y sostenible, sin ello, los logros recientes quedarán atrapados en la quimera de cifras favorables.