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Relato de un narcisista

Resumen

Marian Rojas Estapé explica cómo el comportamiento de Gustavo Petro refleja características narcisistas, como la necesidad de admiración, falta de empatía y manipulación. Estos rasgos distorsionan la realidad y causan tensión en sus relaciones políticas.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Maura Samara Suárez
Relato de un narcisista

Por: Maura Samara Suárez

Una de las voces más reconocidas en el estudio del narcisismo es la psiquiatra Marian Rojas Estapé, autora de “Cómo hacer que te pasen cosas buenas”. Desde su experiencia clínica ha mostrado cómo el narcisismo no es solo un rasgo complicado de la personalidad sino una forma de relación dañina. El narcisista distorsiona la realidad, agota emocionalmente a quienes lo rodean y convierte cualquier espacio, sea familiar, laboral o social en tensión constante, por eso es tan importante aprender a reconocerlo.

Quiero explicarles estas características con Gustavo Petro. La primera es la necesidad constante de admiración. El narcisista requiere ser el centro de atención, busca sentirse observado, halagado, admirado y valorado por los demás en todo momento. Mientras el senador Miguel Uribe se debatía entre la vida y la muerte, Petro declaró que el atentado fue contra su gobierno, no contra el senador. Hasta el día de hoy no ha asumido su rol en el atentado.

Segundo, la necesidad de dominancia. Petro ha demostrado un estilo autoritario cada vez más marcado. Esta semana pidió eliminar requisitos como hablar inglés para ser embajador, argumentando que en su gobierno todos deben tener espacio. En vez de fortalecer el servicio diplomático, prefiere debilitarlo con tal de no tener oposición interna.

Tercero, una autoestima profundamente desordenada. Aunque intenta proyectar seguridad, su discurso siempre está teñido de una defensiva constante. Cuando algo no sale como espera, en lugar de asumir responsabilidad o buscar consensos, acusa bloqueos, persecuciones y traiciones. La consulta popular fue rechazada democráticamente, pero él insistió en imponerla.

Cuarto, la falta de empatía. Después del atentado, Petro dedicó más de 45 minutos a un monólogo sin ofrecer una hoja de ruta clara, ni comunicar desde el dolor. Al día siguiente, realizó el “concierto de la esperanza” como si nada hubiera pasado, su prioridad no fue el país herido.

Quinto, relaciones instrumentales. Petro no construye alianzas reales, solo vínculos temporales según su utilidad. Al principio de su mandato necesitó a los partidos tradicionales para sacar reformas. Cuando se opusieron, los llamó corruptos. Ahora, tras el fracaso legislativo, simplemente dejó de reconocer al Congreso como interlocutor legítimo.

Sexto, idealización y devaluación. El “pueblo en las calles” es para él sagrado, siempre y cuando lo apoye. Pero cuando ese mismo pueblo sale a marchar, es enemigo y los acusa de elitistas. La misma gente, idealizada o despreciada, según convenga.

Séptimo, hipercriticismo. Petro no acepta errores, todo es culpa de otros: el Congreso lo bloquea, los medios tergiversan, los empresarios conspiran, la oposición es fascista. Esta semana, incluso acusó de sedición al registrador por sugerir que su decreto debía pasar por revisión legal. En su lógica, cualquier límite institucional es traición.

Octavo, evasión de responsabilidad emocional. Tras el atentado contra Uribe, habló de amenazas a sus propios hijos, de los ataques que él ha recibido. Desvió la atención. No hubo condena clara, ni empatía, ni reflexión. Solo la misma narrativa en la que él es siempre el afectado.

Y por si todo esto no bastara, Petro manipula. Nos dice que no entendimos, que no lo escuchamos bien, que el Congreso lo traiciona, que la violencia nace del desacuerdo. Y este viernes dio un paso más allá: propuso convocar una constituyente mediante una papeleta electoral, esto es Gaslighting. Nos hace creer que rendirle todo el poder es un acto democrático.

Gustavo Petro no es un líder con rasgos difíciles. Es un narcisista de manual, que gobierna con base en su reflejo, no en la realidad. Porque cuanto más poder se le entregue a un narcisista, más difícil será sanar después el país que deja atrás.

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por Maura Samara Suárez

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