Puntada sin dedal
Resumen
Una pediatra, Rocío, conecta con Karina y su abuela, una modista, formando un nuevo lazo familiar. La abuela expresa su deseo de no dejar a Karina sola mientras borda las últimas 'puntadas' de su vida, confiando en Rocío para cuidar de Karina.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Doctora, venga rápido, mi abuelita está mal, gritó Karina a Rocío, la médica pediatra que vive frente al apartamento de su abuela. La niña de nueve años esperaba que su padre regresara de recuperar un olvido del supermercado. Rocío llegaba del consultorio y saliendo del ascensor giró con premura siguiendo la voz de la pequeña; se acercó, y examinó a la abuela sin encontrar signos de alarma.
Algo extraño sucedía, intuyó la doctora. Sentó a Karina frente al sillón de la abuela para examinarla sin un diagnosticó diferente a la picardía de su sonrisa, sin embargo, Rocío le recetó un abracito que la niña aceptó feliz y del que no quería desprenderse. La doctora desconcertada rodó una mirada capciosa y con ternura levantó en su mano el mentón de la pequeña mostrándose felices hasta el alma.
La abuela modista estaba reclinada en un acolchado sillón de terciopelo, repleto de hilazas y costuras pendientes de darles la puntada final. Con los ojos untados de lágrimas miró a la niña, levantó su vidriosa mirada, y en voz frágil le preguntó a la pediatra qué sí ella también era madre. La doctora guardó silencio, las miró detenidamente sin retener unas lágrimas, mientras Karina roía las uñas para no entorpecer la conversación.
-Doctora, me queda poco tiempo para ultimar las puntadas de esta costura llamada vida y lo único que me retiene el alma es dejar a Karina sin mamá. ¿Podrías ayudarme? Pronto iré a remendar copos de nubes al cielo, dijo la abuela. En ese momento, llegó el papá de Karina y yerno de la abuela, y sin escapar a la sorpresa de encontrarse con la preciosa vecina preguntó. ¿Sucede algo? - ¡Ni idea!, respondió Rocío, mientras guardaba el estetoscopio y el tensiómetro en el bolso, aunque tampoco se atrevió a preguntar sobre la mamá de la pequeña temiendo una dolorosa historia detrás de esa escena. Ojo doctora, mi hija y mi suegrita no dan puntada sin dedal. Soltaron una carcajada.
-Mi doctora, Karina dice con insistencia que tu dulzura le recuerda a su madre, pero sigo sin entender por qué estás aquí. ¿mi hija está enferma? Rocío quedó más despistada porque supuestamente quien estaba enferma era la abuela, pero prefirió callar y esperar el desenlace.
Pasaron dos años y Karina lució un vestido blanco, se acercó al ambón del presbiterio entre cirios, Lirios y Gardenias; tomó un pañuelo blanco con un manuscrito bordado en letras de colores que recibió Rocío un año después de recetarle a la niña el abrazo de “muestra gratis” que le dio: “Me vine a remendar nubes, feliz, porque ahora mi nieta, su padre y Rocío mi nueva hija son su familia. Gracias a ese hogar por cuidar a esta quejumbrosa modista que perdió el dedal usado para dar la feliz puntada final a esta costura llamada familia.
Karina secó sus lágrimas con el pañuelo blanco firmado con hilo dorado, y dio gracias a Dios por heredar la sabiduría del costurero de su abuela.