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Mi generación

Resumen

Los jóvenes protagonizan eventos clave en el mundo: el estallido social en Nepal derrocó al gobierno corrupto comunista, mientras en Colombia, el cuestionado nombramiento de una viceministra refleja la falta de meritocracia. En EE.UU., la polarización culmina en violencia extrema.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Maura Samara Suárez
Mi generación

“Es la historia de mi generación”, canta Andrés Cepeda. Y esta semana, los jóvenes volvimos a ser protagonistas de las noticias. Comenzamos la semana con el estallido social en Nepal, después con el nombramiento de Juliana Guerrero y finalmente con la muerte de Charlie Kirk. Quiero hablar de estos tres eventos porque todos son hechos políticos que involucran dos extremos ideológicos: la derecha y la izquierda.

¿Qué pasó en Nepal? Este país asiático, con un régimen comunista en el poder desde 2008, presentaba una crisis muy familiar: jóvenes saliendo del país en busca de oportunidades, un gobierno corrupto donde los hijos de los mandatarios usaban marcas lujosas y viajaban por le mundo, múltiples escándalos de corrupción descarada que quedaban impunes y, finalmente, la semana pasada, la prohibición del uso de las redes sociales. Esta fue la chispa que encendió la revolución. Los jóvenes se unieron para tumbar el régimen comunista, obligando al primer ministro a retractarse y a dimitir. Fue un triunfo de la juventud frente a la represión y la corrupción.

En contraste, el nombramiento de Juliana Guerrero en Colombia envía un mensaje completamente opuesto. Para quienes hemos estudiado, nos hemos preparado y estamos pagando especializaciones, resulta indignante que una persona adquiera un título universitario sin cumplir con los requisitos y aun así sea designada viceministra de Juventud. En vez de representarnos, su nombramiento es una burla al esfuerzo de miles de jóvenes que apostamos por la meritocracia.

En Estados Unidos, el asesinato de Charlie Kirk volvió a mostrar cómo la polarización política puede llegar al extremo. Kirk, líder de la derecha radical, era conocido por debatir con personas que pensaban diferente. Fue asesinado frente a una multitud mientras participaba en uno de esos debates, justamente mientras contestaba sobre su derecho a portar armas, al igual que Miguel Uribe. Creo que estos ataques contra líderes de derecha son inaceptables, matar a alguien por su forma de pensar es inaceptable de muchas maneras.

Considero que estas tres noticias tienen algo en común: personas jóvenes como protagonistas, pertenecientes a dos corrientes políticas distintas, pero en escenarios que implican un impacto negativo para la juventud. Me alegra mucho que los jóvenes hayan derrocado el régimen comunista de Nepal. Como en otros gobiernos de izquierda en nuestra región, allí también primaban la corrupción, el nepotismo y la falta de oportunidades, lo mismo sucedió en la elección presidencial en Bolivia.

Hay una realidad: la polarización generada por los gobiernos está afectando nuestra sociedad, y los jóvenes somos los más perjudicados. La muerte de Charlie Kirk y la de Miguel Uribe solo demuestran que vivimos en una sociedad que no está dispuesta a debatir cuando las ideas son diferentes. Aún peor, tenemos líderes que están dispuestos a encender al pueblo con sus palabras sin medir las consecuencias de sus acciones, como lo hace Petro diariamente con discursos que cada día generan más vergüenza.

Quiero terminar esta columna hablando de Colombia y de la tristeza que me genera la situación con Juliana Guerrero, así como el despropósito del Ministerio de la Igualdad. Respecto a la ley de cuotas de género es claro que se refiere al sexo, no está pensada para personas cuya identidad de género, orientación sexual o expresión de género sea femenina. Lo que está en juego no es un nombramiento ni un ministerio, es el propósito mismo de las instituciones que deberían servirnos. Cuando la igualdad se reduce a un montaje improvisado y la juventud se convierte en excusa para el clientelismo, se traiciona la razón de ser de un país que se dice democrático. Y esa traición, más temprano que tarde, siempre la pagan los jóvenes.

 

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por Maura Samara Suárez

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