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¿Me perdonas? Te perdono

Resumen

Perdonar alivia el alma permitiéndonos avanzar sin resentimiento. Aunque difícil, es un acto de grandeza que no borra el pasado pero libera el presente, oxigenando nuestras relaciones y contribuyendo a la mejora personal y social.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Jaime Leal Afanador
¿Me perdonas? Te perdono

Por: Jaime Leal Afanador*

Pedir perdón, y perdonar, son acciones aparentemente simples, pero, al mismo tiempo, las más difíciles de realizar y que más nos cuestan a los humanos.

El perdón se entiende como el sincero reconocimiento de una falta y la capacidad de superarla (ojalá olvidándola) y de seguir adelante, sin rencores, retaliaciones ni dolores del alma.

No obstante, pedirlo o darlo constituye, para la mayoría de personas, una afrenta al orgullo. Generalmente decir “¿me perdonas?” o “te perdono”, hace que esas palabras se atraganten y, como un nudo, se nieguen a salir de la boca.

Le propongo, apreciado lector, un ejercicio de memoria. Apuesto a que a Usted también le ha pasado en algún momento de su vida, o está atravesando por una situación como esta: Lleva años o pasó muchísimo tiempo sin hablar con quien fue un amigo, incluso un hermano, con quien hubo una ofensa -causada o recibida- de por medio, y aunque ha pensado en pedir perdón o perdonar, una fuerza irracional, pasional y orgullosa, le impiden o impidieron hacerlo.

… hasta que, sin poderlo explicarlo claramente, en un acto de generosidad, humildad, grandeza, caridad, solidaridad, vergüenza o cariño, le llevaron al perdón, incluso por encima de los efectos paralelos derivados de la falta que llevó a dicha situación (sanción social, condenas penales, impacto económico, vergüenza social…).

Lógico, hay unas faltas mucho más graves que otras. No es lo mismo perdonar a quien no llega a una cita que a quien no paga una deuda o, peor aún, al que ha atentado contra la vida de otra persona.

Hay múltiples interpretaciones (religiosas, psicológicas, jurídicas, éticas…) sobre qué es y cómo asumir el perdón, pero por difícil que éste sea, es claro que éste puede ayudar a curar heridas y a avanzar como familia, grupo de trabajo y, en últimas, como sociedad. Quien supera su propio dolor y perdona a su victimario, no podrá recuperar el tiempo, los recursos o la vida de un ser querido, pero podrá liberarse del resentimiento y seguir adelante en su camino. A su vez, quien es perdonado, podrá aprender de su propia vergüenza y remordimiento y, con pundonor, querrá recuperar el tiempo perdido.

Porque, más allá de la intensidad del dolor o de la vergüenza, el perdón es catártico. No devuelve las cosas al minuto anterior a la falta, pero ayuda a aclarar el camino oscurecido por la ira, la soberbia, la rabia y hasta la ignorancia. Quien piense que se menosprecia o rebaja al pedir o dar perdón se equivoca.

Y también, aunque sea Perogrullo decirlo, porque somos humanos, siempre hemos cometido y estamos propensos a cometer errores. ¿Cuántas veces que Usted se ha equivocado no ha implorado clemencia y perdón de su ofendido? Más allá del error, es un doble error mantenerse en este.

Todos quienes profesamos alguna fe (bien sea cristiana, judaica, islámica, budista o hinduista, por citar las más grandes religiones, y en donde se encuentra la gran mayoría de la humanidad), podemos validar que en todos sus textos sagrados hay referencias al perdón como un obrar de carácter espiritual que oxigena la relación entre la vida y la trascendencia, y ayuda a la mejora de las personas. Y hasta quienes no creen en ninguna religión han podido confirmar cómo, a lo largo de la historia, el perdón es la vía para superar los conflictos, y favorecer la convivencia.

¡Ánimo!, aunque le parezca imposible hacerlo, ¿qué espera para pedir perdón o para perdonar? Hacerlo es mucho más fácil de lo que parece, y con un enorme efecto para la paz interior y el optimismo en la vida. Atrévase a hacerlo. ¡Me lo agradecerá! *Rector UNAD

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