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Los migrantes

Resumen

Los migrantes buscan un mejor futuro en nuevos lugares, pero deben respetar las culturas receptoras. La migración constante puede convertirse en un problema si se transforma en una invasión cultural, amenazando la identidad de los países receptores.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Leon Sandoval Ferreira
Los migrantes

Los migrantes han existido desde que el primer ser humano habitó la Tierra. Adán y Eva, según La Torá, fueron los primeros migrantes cuando por justa causa fueron expulsados de El Jardín del Edén y debieron encontrar tierras nuevas para su sostenimiento.

Por: León Sandoval Ferreira

Siempre hubo migrantes y siempre habrá gente dispuesta a abandonar un lugar por diversos motivos para establecerse en otro, ya sea una ciudad dentro de un mismo estado o fuera de las fronteras nacionales. El día que los viajes intergalácticos se hagan realidad en forma masiva, se verán migrantes espaciales allende la vía láctea tras mejores opciones de vida.

Los migrantes han tenido vidas duras y parten con sueños en búsqueda de labrar un mejor futuro en un nuevo lugar que, les brinde las oportunidades que su lugar de origen les niega y así poder hacer realidad sus proyectos de vida. Durante el siglo XX el sueño americano se volvió una realidad para muchos, hoy son los sueños nórdico, canadiense y oceánico. Por lo general, se migra de lugares empobrecidos hacia lugares con aparente riqueza. No en vano todos los caminos, en su tiempo, conducían a la Roma imperial, la Ciudad Eterna.

Los migrantes siempre serán un problema para los estados receptores porque necesariamente su llegada implicará la creación de políticas públicas y de condiciones sociales para su recibo, lo que conlleva emplear recursos de todo tipo para el proceso de aculturación. El real problema surge cuando los migrantes dejan de ser migrantes para convertirse en invasores y substituir la cultura del Estado o del lugar que les recibe para imponer su cultura. En ese instante el acto migratorio se transforma en acto invasivo. Los migrantes tienen derecho a conservar su cultura dentro de los límites del nuevo estado, pero también tienen el deber de respetar la cultura imperante en el Estado receptor, las leyes, costumbres, idioma, religión y normas de conducta ciudadana para incorporarse al nuevo grupo social.

A los migrantes no les asiste derecho alguno para imponer su cultura, su cosmovisión, sus prácticas, su religión, sus costumbres en el estado receptor, ese acto per se, convierte a los migrantes en bárbaros. Los ciudadanos quieren migrantes que aporten y mejoren el desarrollo de los pueblos, pero aborrecen los invasores que quieren imponer sus costumbres y arrasar con lo existente. Los migrantes hoy día victimizan a Europa, dejaron de ser migraciones humanitarias, son invasiones calculadas que buscan eliminar de tajo la cultura occidental para imponerse, América toda está también en riesgo.

No es plausible que en las principales ciudades europeas donde se han establecido muchos centros de culto para los migrantes, las calles se paralicen por rezos colectivos de migrantes en detrimento de la mayoría originaria del lugar profesante de otras creencias. O que, los migrantes se vuelvan conductores y peatones irresponsables que violan las normas de tránsito. Los migrantes acuden a la violencia para imponer sus costumbres; a este paso, en menos de 20 años los migrantes serán mayorías y tomarán el control político y económico.

Los migrantes deben aceptar que una de las condiciones del migrante es ser respetuoso del lugar que les acoge y entender que, de casa para dentro pueden conservar sus tradiciones y costumbres nativas, pero jamás intentar imponerlas en el lugar al que llegan, como si se tratase de conquistadores. No se puede disfrazar la invasión bajo el rótulo de migración humanitaria.

Con justa razón muchas fuerzas políticas levantan banderas contra los migrantes, porque los migrantes del Siglo XXI no sólo arrasan con los empleos, el bienestar social, la seguridad, el ornato público, también lo hacen con la cultura y las tradiciones. Nadie está dispuesto a sacrificar su cultura atávica por una foránea. Muchos migrantes del Siglo XXI perdieron el rumbo, se han tornado en destructores de sociedades.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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