Las Falsas Víctimas
Resumen
Colombia presenta un preocupante escenario de violencia disfrazada de protesta social, impulsada por falsos victimarios que generan caos y desorden. Este fenómeno está ligado a un olvido histórico y un desfavorable panorama educativo y político.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Uno de los grandes problemas de Colombia es la falta de memoria, apenas entendible, un país que no enseña historia. Sus jóvenes están más interesados en el misterio sobre la perra de Copetran y en las peleas de soretes organizadas por alias Westcol que, en conocer quiénes fueron sus bisabuelos.
Por: León Ferreira
El colombiano promedio tiene memoria de chorlito y vive al día, como si el asunto de la subsistencia se tratase de un día a la vez. En Colombia lo que hoy es noticia, pocas veces llegará a ser historia. Reflejo en las equívocas elecciones de gobernantes, hasta en los rankings de los mejores gobernantes, Colombia sin memoria también está en los últimos lugares.
Como efecto de lo anterior, pululan por doquier las falsas víctimas en desmedro de las verdaderas víctimas. Más de un colombiano, sin merecerlo, terminó asilado. Se habla de carteles de falsas víctimas. Lo vivido la semana pasada en Bogotá es una prueba contundente: Una organización de aparentes falsas víctimas sembró caos y ruina para atacar la Embajada Estadounidense empleando armas no convencionales contra agentes de la policía que les impedían el acceso ¿Qué pensará la diplomacia internacional cuando los agentes consulares reporten que, el 17 de octubre de 2025 los policías que custodiaban la Embajada de Estados Unidos en Bogotá, fueron atacados con flechas de bambú con puntas de metal al parecer contaminadas con materia fecal? Colombia surrealismo excremental.
Es atroz arrojar flechas contra policiales, reflejo de la insania colombiana. Quienes empuñaron los arcos son falsas víctimas, no son ancestrales, son victimarios; se trata de delincuentes que complotan con escenarios del poder para sembrar caos y ruina en un País sin rumbo carente de respeto por la autoridad. Los policiales fueron carne de tiro al blanco para unos inadaptados sociales comandados por otros inadaptados sociales. Si Colombia enseñara historia se sabría que la minga no es colombiana, ni la guardia indígena es ancestral. Lo que realmente hay, una amalgama variopinta de mestizaje. Colombia es país mestizo en su esplendor, es tan europeo como indio y africano.
Detrás de los actos de violencia aquí señalados, disfrazados y justificados de protesta social por el Desgobierno Nacional, está el negocio de la violencia popular, aupado por un “grupete” de lo que hoy llaman creadores de contenido o “influencers” avenidos en “community managers de la zozobra” que, incitan por medio de redes sociales de dispositivos digitales, a resentidos sociales disfrazados de campesinos, indios, estudiantes, feministas, homosexuales, negritudes, trabajadores y demás miembros de presuntas poblaciones vulnerables para hacerlos posar como víctimas del poder. Empero, son falsas víctimas que atizan la violencia callejera, el desorden, el caos y la miseria. En suma, delincuencia disfrazada.
Se trata de un modus operandi para sembrar odios y alterar el orden público. Detrás de esos “community manager de la zozobra” está un sector del poder político en connivencia con grupos al margen de la ley que buscan pescar en río revuelto. Lamentablemente, las autoridades que tienen el imperio de las armas son cobardes para defender a los ciudadanos y sus bienes. Se limitan a lanzar gases lacrimógenos y chorros de agua, la que, por cierto, cae bien porque contribuye con el aseo de tanto puerco que se suma a esas gamberradas, mientras, las falsas víctimas parecieran estar legitimadas para usar armas no convencionales.
El cacareado cambio resultó ser la marcha del camarón. Los soldados que visten los colores de la Patria volverán a ser atacados en la manigua con flechas, lanzas y espadas de Bolívar, para luego ser secuestrados e inermes no podrán disparar sus constitucionales fusiles ahora “made in Colombia” contra las falsas víctimas. Colombia sigue desgobernada, mientras el ciudadano decente con sus bienes, habita temeroso y desprotegido en medio de las falsas víctimas y su lunático líder.