La vergonzosa inscripción de Cristian Portilla
Resumen
Cristian Portilla, sin experiencia pública, dirige una campaña marcada por incoherencias y acuerdos políticos cuestionables, que carece de transparencia y credibilidad, según la opinión de Oscar Jahir Hernández.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
“Estos son mis principios, pero si no le gustan, estoy dispuesto a cambiarlos”. Ese debería ser el lema de la campaña de Cristian Fernando Portilla Pérez en las elecciones atípicas a la alcaldía de Bucaramanga.
Por: Oscar Jahir Hernández
Portilla, un abogado especialista en derecho laboral, sin ninguna experiencia en el sector público, excepto algunos contratos de meses por recomendación política, como el que tuvo en la Contraloría de Bucaramanga en el 2018 y el que le regalaron en la Superintendencia de Vigilancia con Gustavo Petro antes de aterrizar en la alcaldía de Jaime Andrés Beltrán.
Portilla dejó claro en menos de 8 días, que su campaña no es otra cosa más que un nombre prestado para firmar un contrato en nombre de otro. A los ciudadanos jamás les contará cuáles fueron los verdaderos motivos de su renuncia inicial a la campaña, pero dejó plasmado en una carta que ya no podrá negar, que lo hizo después de “reflexionar con responsabilidad, coherencia y honestidad”.
Tal vez por eso su regreso causa tanta risa como indignación: porque bastó una nueva inscripción para vender su coherencia, renunciar a su responsabilidad y negociar, sin pudor, su supuesta honestidad. Toda una burla para la ciudad, que ya vio en su talante el desastre que sería Bucaramanga en sus manos, sin descontar que mostró abiertamente quiénes son los que mueven los hilos detrás del títere. Su campaña no va a ser en las calles, porque no lo conocen ni en la cuadra de la casa de sus papás en el Barrio Fontana.
Su campaña va a ser en los recintos cristianos y en los salones sociales de conjuntos residenciales, casas de contratistas, y centros de adoración de la ciudad, para reforzar así los votos que dicen tener quienes le compraron el alma. No veo a los concejales de Cambio Radical como Cristian Reyes llevándolo de la mano por los barrios de la ciudad o a David Cavanzo a las oficinas de los ganaderos y empresarios.
Tampoco veo al Chumi Castañeda, en plena campaña por su hija a la Cámara, desgastando su capital político en una ventolera que no va para ninguna parte. Dudo mucho que el presidente de la asamblea Hugo Cardozo se entregue al discurso falsificado de ser ellos los elegidos de Dios para regir los destinos de la ciudad, así como tampoco veo ni a Edwin Vargas ni a Gustavo Ardila cantando villancicos en diciembre para hacer elegir al ungido de un pastor. Si sus partidos los obligan, no pasarán de una que otra reunión, en donde la gente, que no es boba, no va a ser cómplice del caos que tenemos.
La inscripción de Portilla no solo fue una burla a la sociedad, sino también, la mayor demostración de que su campaña no pasa de ser un acuerdo politiquero que, burlonamente, ellos dicen querer combatir. Por eso prefiero, en estas elecciones, darle mi voto a quien se comprometa a contarnos en el 2026, quién fue el que se robó la chatarra en Bucaramanga.