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La trampa detrás del show del 28 de mayo

Resumen

Colombia vive bloqueos y protestas por una consulta impulsada desde el Gobierno, que busca perpetuar una narrativa política, mientras los problemas del país real se ignoran. Esta estrategia cuesta mucho dinero y tiene el propósito de proyectar un falso mandato popular.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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La trampa detrás del show del 28 de mayo

Por: Jairo Rueda Otálvaro

Colombia volvió a amanecer entre bloqueos, arengas y calles tomadas por simpatizantes del Gobierno. El 28 y 29 de mayo, el país se detiene, no por un clamor espontáneo del pueblo, sino por una convocatoria orquestada desde la Casa de Nariño. Con el telón de fondo de una consulta popular innecesaria y costosa, el presidente Gustavo Petro insiste en alimentar su narrativa de “poder popular”, mientras el país real, el del desempleo, la inseguridad y la desesperanza, queda, una vez más, a la deriva.

Según el libreto oficial, esta consulta responde a la supuesta necesidad de revivir reformas hundidas en el Congreso. Pero la verdad es otra. La reforma laboral, por ejemplo, ya fue retomada en el Senado. Tras su caída en la Comisión Séptima, hoy avanza en la Comisión Cuarta con estudio técnico, acuerdos entre sectores y aprobación unánime. Lo que ayer fue rechazado por improvisación y falta de seriedad, hoy se tramita por los canales institucionales. Entonces, ¿por qué paralizar el país por algo que ya se está solucionando? Porque no se trata de reformas. Se trata de protagonismo.

La consulta no es un acto de democracia participativa. Es una estrategia política para seguir dividiendo al país, para señalar a quienes no están de acuerdo, y para crear la ilusión de un mandato popular que justifique decisiones unilaterales. Petro no busca construir país desde la institucionalidad. Busca imponer su agenda a toda costa, con el aplauso de las multitudes como telón de fondo.

Y la factura, como siempre, la pagamos todos. Más de 700 mil millones de pesos podrían costar estas elecciones. Una cifra obscena en un país con hospitales sin recursos, vías rurales destruidas, inseguridad desbordada y millones de familias sin empleo digno. ¿En serio vamos a gastar esa suma para hacerle eco a una consulta que formula preguntas obvias, muchas de ellas ya respondidas por leyes vigentes?

Porque ese es otro punto clave: las preguntas están diseñadas para obtener un “sí” automático. ¿Está usted de acuerdo con mejorar el sistema de salud, garantizar derechos laborales y luchar contra la corrupción? ¿Quién va a decir que no? Es un libreto perfecto: crear la ilusión de respaldo popular, inflar las cifras de participación y luego usar ese número como capital político. ¿El objetivo oculto? Proyectar 13 millones de votos como si fueran un mandato ciudadano para cantar victoria... o, quizás, justificar una futura reelección.

Y si el Congreso no aprueba la consulta, el presidente ya ha advertido que buscaría mecanismos por decreto. ¿Es esto una amenaza velada al equilibrio de poderes? ¿Hasta dónde piensa llegar este gobierno con su afán de manipular la institucionalidad en nombre del pueblo?

Lo que necesita Colombia no son consultas hechas para validar decisiones previamente tomadas. Necesitamos gobernabilidad, orden, respeto por la ley y diálogo real. Necesitamos que quienes hoy están en el poder dejen de gobernar desde la tarima y regresen a los principios básicos de la democracia: instituciones fuertes, contrapesos, transparencia y responsabilidad.

Mientras tanto, la violencia se extiende, el costo de vida sigue subiendo, los empresarios pierden confianza y los ciudadanos se preguntan si realmente están siendo escuchados o simplemente usados.

Preguntémonos con claridad: ¿quién se beneficia con esta consulta? ¿El trabajador que no logra llegar a fin de mes? ¿La madre cabeza de hogar que no encuentra empleo? ¿El joven que emigra por falta de oportunidades? No. El único que gana es el Gobierno, que convierte una crisis política en un espectáculo público para afianzar su relato mesiánico y seguir polarizando a la nación.

Ya basta de trampas disfrazadas de democracia. Ya basta de gobernar con la calle y contra las instituciones. Colombia no necesita más consultas inútiles, necesita gobernantes serios.

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