La primera visita oficial del Papa Leon XIV fue a la Virgen del Buen Consejo

En su primera salida pública como pontífice, el papa León XIV realizó una visita inesperada al santuario de la Virgen del Buen Consejo en Genazzano, reafirmando su profunda conexión con la espiritualidad agustiniana. A tan solo dos días de haber sido elegido como jefe de la Iglesia Católica, el sucesor de Pedro acudió al templo mariano sin previo aviso por parte del Vaticano, en un gesto que resaltó su deseo de comenzar su pontificado bajo el amparo de la Virgen. Esta elección no fue solo simbólica, sino también profundamente personal y teológica, ya que la devoción mariana y el pensamiento de San Agustín marcaron su formación y parecen perfilar el rumbo de su papado.

En la visita, el Papa oró en silencio ante la imagen de la Virgen, recitó con los fieles la oración compuesta por Juan Pablo II y concluyó con el canto colectivo de la Salve Regina. Acompañado por autoridades locales, obispos y numerosos fieles, León XIV dirigió unas palabras en las que expresó su confianza en la Virgen como guía espiritual y reiteró su compromiso con la misión de la Iglesia: “He deseado mucho venir aquí en estos primeros días del nuevo ministerio que la Iglesia me ha confiado”, dijo con visible emoción.

Más temprano ese mismo día, el pontífice también se reunió con los cardenales en Roma, en una audiencia a puerta cerrada en la que abordó temas tratados durante las congregaciones generales previas al cónclave. Allí expresó su preocupación por los desafíos contemporáneos, en particular el impacto de la inteligencia artificial, destacando la necesidad de una Iglesia atenta a los signos de los tiempos.

El escudo papal que León XIV presentó, difundido por la Secretaría de Estado, refleja igualmente su afinidad con San Agustín. En él destacan un lirio blanco —símbolo de pureza y obediencia— y un corazón traspasado por una flecha sobre un libro cerrado, inspirado en las Confesiones del santo africano. El lema In Illo uno unum (“En el único, uno”) refuerza el ideal de unidad en la fe, un principio clave del pensamiento agustiniano.

Este comienzo de pontificado, cargado de simbolismo espiritual, sugiere que León XIV buscará un equilibrio entre la tradición y los retos contemporáneos, guiado por una fe profundamente interiorizada y con la clara intención de renovar la vida eclesial desde sus raíces místicas.