La carga espiritual de Colombia
Resumen
La espiritualidad de los líderes es crucial en el destino de un país. Colombia enfrenta desafíos espirituales que afectan su estabilidad económica y social. Sanar esta relación es vital para un futuro próspero.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: León Sandoval Ferreira
Gobernar un País no es sólo tener un programa de gobierno y ganar unas elecciones, además de saber, hacia dónde dirigirlo con base en un plan de desarrollo en todos los aspectos económicos, sociales y culturales, se requiere también que, los gobernantes tengan claridad en materia espiritual. Los estados modernos son laicos y existe separación entre la Iglesia y el Estado, pero no riñe con el hecho de que, quienes presidan el gobierno acepten la existencia de un ser superior que rige la vida. Los estados cuyos líderes están mal orientados en materia espiritual son por lo general, estados caóticos y fallidos.
El Gobierno de Colombia en materia espiritual es poco menos que un esperpento, por ello al País le va cómo le va, no sólo en materia de seguridad y económica, también en lo deportivo, cultural y social. Quienes dirigen un Estado deberían entender que en materia de espiritualidad hay energías que benefician y hay otras oscuras que producen ruina. Cuando el demonio reposa en el corazón de los dirigentes difícilmente se articularán bendiciones en la vida pública del Estado; hace un par de años hubo una ministra de cultura que juramentó su cargo por todas las diosas, dioses y por un panteón completo, y he allí el resultado desastroso sobre cómo le fue a Ella y le va a la Cultura colombiana en general, nada que despega, todo un pandemónium. Lo mismo sucedió con el ineficiente Ministerio de la Igualdad, la cacareada Vicepresidencia, y con el Congreso de la Patria, que albergó hasta ritual pagano dentro de sus instalaciones.
Que los gobernantes acudan a la brujería y a la hechicería como protección para mantenerse en el poder es algo atávico y hasta cultural. En Latinoamérica hay registros de este tipo de prácticas por parte de sus gobernantes. De hecho, a una primera dama de un país centroamericano le atribuyen la condición de bruja. Los gobernantes colombianos han acudido a la consulta de energías oscuras al igual que sus equipos de trabajo, bajo el argumento reivindicatorio de la ancestralidad. He allí la doble moral, les repudia la sangre del toro en la plaza, pero no la sangre empleada durante el ritual esotérico.
El problema de estas prácticas infieles es la negativa carga espiritual que arrojan sobre el País y sus gentes. Los dirigentes ateos de antiguos países socialistas como la Unión Soviética, Cuba y Corea del Norte negaron la espiritualidad y también lanzaron sobre sus ciudadanos la ruina. No en vano, hace pocos años, el Gobierno ruso por medio de una reforma constitucional volvió a reconocer a la Iglesia Ortodoxa Rusa como la única oficial en dicho Estado. Cuentan que durante la Segunda Guerra Mundial ciudadanos suizos iban a rezar a la frontera con Alemania para que las tropas Nazis no traspasaren la frontera, éstas nunca lo hicieron.
Los líderes del Gobierno colombiano gozan de una espiritualidad controversial, más cercana a la oscuridad acompasada con un activismo antisionista. Dedican sus esfuerzos para declarar guerra a Israel, el pueblo elegido de D-os, como si fuera poco, le defenestran. Hecho per se, implica serias consecuencias negativas para Colombia, no sólo en asuntos diplomáticos y económicos, también espirituales. Como si fuese algo diabólicamente planeado, tal toxicidad espiritual va de la mano con las asiduas visitas de Estado a Haití, país reconocido ampliamente por las prácticas espirituales de sus ciudadanos, que han arrojado miseria y oscuridad generalizada.
Colombia debe sanar y doblar rodilla luego de tanto despropósito. Resulta imperativo restaurar relaciones con Israel, otrosí de unirse en rezo y, acordarse de su Hacedor, que no fue ningún Bolívar o Santander. El Eterno bendiga a Israel y de paso a Colombia y Sudamérica toda. Los países son el reflejo de la espiritualidad de sus habitantes.