Estados Unidos mete miedo para tumbar el régimen en Venezuela
Resumen
Estados Unidos incrementa su presión sobre Venezuela con medidas diplomáticas, judiciales y militares, calificando al régimen como narcoterrorista y desplegando fuerzas en el Caribe para aislarlo y debilitarlo sin recurrir a una invasión directa.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Estados Unidos aceleró su presión estratégica sobre Caracas con un arsenal por mar y aire que trasciende la retórica o la simple amenaza y la Casa Blanca y sus agencias ajustaron herramientas diplomáticas, judiciales y militares para afrentar la capacidad del régimen que gobierna Venezuela y aislarlo internacionalmente.
La Administración impuso sanciones financieras y acusa a la cúpula de Gobierno y al Ejército de Venezuela de conformar el narcotraficante ‘Cartel de los Soles’, una etiqueta que transforma acusaciones en acciones concretas, contra activos y facilitadores del poder venezolano.
La jefatura de la DEA calificó al entramado venezolano de narcoterrorista y vinculó a Caracas con grupos insurgentes y redes de trasiego que incrementan la llegada de cocaína a Estados Unidos. La declaración elevó el conflicto a la esfera de Seguridad Nacional y legitimó nuevas variantes de respuesta estadounidense.
Paralelamente, el despliegue naval y el movimiento de fuerzas en el Caribe muestran una intención de disuasión de gran alcance con destructores, un grupo anfibio y un contingente de más de 4.000 hombres armados hasta los dientes, revelan una agresiva capacidad de choque, disfrazada de opciones tácticas sin necesidad de invasión inmediata.
Los marcos jurídicos empleados combinan herramientas militares y de inteligencia bajo denominaciones distintas, conocidas como Título 10 y Título 50. Esa alternancia otorga al Ejecutivo flexibilidad operacional y reduce el alcance de supervisión legislativa en acciones encubiertas, con efecto práctico sobre la selección de instrumentos y objetivos.
Estados Unidos dispone de medios para castigar actores específicos, forzar rupturas internas y condicionar a terceros actores sin asumir los costos logísticos y políticos de una ocupación.
La correlación entre aislamiento externo y erosión interna definirá el ritmo de la crisis. Si las fuerzas armadas venezolanas mantienen cohesión, el régimen resistirá por plazos prolongados. Si surgen fracturas relevantes, la combinación de presión externa y activación política interna acelerará la caída de Maduro y sus secuaces.
La oposición enfrenta la obligación de presentar un proyecto de gobernabilidad que asegure justicia, estabilidad y reinstitucionalización económica. Quien asuma la conducción del cambio deberá decidir hasta dónde aplicar medidas de castigo y hasta dónde ofrecer garantías políticas, sin sacrificar la reparación de víctimas ni transparencia en el uso de recursos públicos.
La salida de Nicolás Maduro, antes que invasión y guerra, exige precisión política. Se requiere de una maniobra quirúrgica, que no sólo limite su blanco a los responsables de crímenes y saqueos, sino que garantice tribunales imparciales y que proteja el regreso del Estado de derecho.
Estados Unidos ya cometió un enorme error en Irán, porque con la excusa de que en ese país había un arsenal nuclear, fue detrás del petróleo y esa misma puede ser la causa de la demostración de fuerza contra Venezuela: el petróleo.
Si observamos en detalle el cuadro, nadie despliega tanto poder bélico para sólo combatir a una banda de narcotraficantes.