El soldado, emblema de soberanía
Resumen
Las Fuerzas Públicas de Colombia, incluyendo Ejército y Policía, representan soberanía y disciplina. Desacreditar su labor pone en riesgo el orden democrático y social del país, subrayando la importancia de respetar y fortalecer la relación con estas instituciones.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)La Fuerza Pública en Colombia está conformada por las Fuerzas Militares -Ejército, Armada, Fuerza Aeroespacial- y la Policía Nacional. Aunque distintas en sus funciones y estructuras, estas instituciones comparten un propósito indeclinable: garantizar la seguridad nacional, salvaguardar los poderes constituidos, mantener el orden público interno y defender la integridad del Estado.
En el imaginario colectivo, la figura del soldado se eleva como símbolo de soberanía, disciplina y sacrificio. El uniforme que porta no solo lo identifica en el campo de batalla, también lo convierte en representante de un compromiso silencioso: proteger a la patria incluso a costa de su propia vida. Desconocer esa grandeza o subestimar su papel en el sostenimiento de la democracia no es un simple error, es una amenaza directa al orden institucional.
Un Estado que no respeta a sus fuerzas militares comienza a desmoronarse desde los cimientos, debilitando su legitimidad y acercándose peligrosamente a la fragilidad de un Estado fallido.
Respetar al soldado no significa eximir a las instituciones de sus responsabilidades ni de los controles civiles propios de una democracia; significa comprender que detrás de cada uniforme hay un ciudadano que con honor defiende fronteras, neutraliza amenazas y asegura la estabilidad necesaria para que millones de colombianos vivan bajo la protección de la ley y la libertad. Atacar o desacreditar a quienes representan el poder armado del Estado no puede confundirse con una protesta legítima; es, en términos cívicos, una afrenta contra la sociedad misma.
La Policía Nacional, parte integral de la Fuerza Pública, cumple un rol distinto: es la institución más cercana a la ciudadanía, su misión se centra en proteger la vida, honra y bienes de cada colombiano. Pero esa cercanía plantea retos complejos, pues el ciudadano exige protección y respuesta inmediata a sus clamores, olvidando a veces que el uniforme también simboliza autoridad y servicio público, nunca sometimiento.
La crítica y la exigencia hacen parte de la convivencia democrática, pero no deben confundirse con el irrespeto o el desconocimiento de su grandeza, representación de la ley y esa función institucional tan cara a los sentimientos ciudadanos.
Fortalecer la relación entre la ciudadanía y la fuerza pública es una necesidad urgente, requiere mejor formación y capacitación, del recurso humano, pero también un reconocimiento sincero a la actividad de quienes, día y noche, sostienen el orden y la democracia.
Sin cohesión entre sociedad e instituciones, el país corre el riesgo de caer en la anarquía y deslegitimar el Estado. En tiempos donde las amenazas son múltiples y cambiantes, Colombia debe recordar que su seguridad y su democracia reposan sobre los hombros de quienes visten los uniformes de la patria. Respetarlos, apoyarlos y admirarlos es, en esencia, un acto de defensa de la Nación y de nuestra propia libertad.