El sol a la espalda
Resumen
El presidente introduce cambios a la doctrina militar hacia el final de su mandato, causando preocupación por su forma y momento inoportunos. Tales reformas exigen tiempo y consenso y no son apropiadas en la recta final, generando desconfianza e incertidumbre.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Luis E. Gilibert
En un país marcado por décadas de conflicto, donde las fuerzas militares han sido pilar de estabilidad institucional, sorprende -y preocupa- que al atardecer de su mandato el presidente decida introducir cambios sustanciales a su doctrina, usos y costumbres, no solo por el fondo de dichas transformaciones sino por la forma y el momento en que se intentan imponer.
Durante más de dos años y medio, el gobierno tuvo la oportunidad de replantear el enfoque de la seguridad del país; si consideraba que era necesario reformar la doctrina militar o revisar practicas internas, pudo hacerlo desde el primer día. Era allí, en su discurso de posesión y en los primeros meses de gestión, donde cabía lanzar una visión renovada de lo que serían las fuerzas militares bajo su mando. Pero no, espero el ocaso, cuando el calendario ya anuncia la recta final de su paso por la Casa de Nariño, para proponer modificaciones que trastocan principios arraigados en el corazón de las instituciones militares
Mas allá de la convivencia política o legitimidad democrática -ambas indiscutibles en un gobierno elegido por votación popular - hay algo inquietante en este giro tardío, las reformas estructurales especialmente en instituciones tan sensibles como el Ejercito, la Armada o la Fuerza Aérea Espacial, requieren tiempo, diálogo y preparación. No se improvisan y mucho menos se decretan desde un escritorio, cuando el país ya piensa en la transición del periodo presidencial.
Este tipo de decisiones tomadas con el sol a la espalda, dan la impresión de ruptura más que de evolución, de una imposición ideológica más que de una transformación técnica o estratégica que aun pueden alimentar la desconfianza entre la ciudadanía, la tropa y los altos mandos, en el momento en que lo que más necesitamos es cohesión institucional y no posiciones amenazantes ante un pronunciamiento colegiado que buscan debate ante de intimidación.
Las Fuerzas Militares, como todo en democracia, deben estar sujetas al control civil, pero ese control no puede ser caprichoso ni oportunista, mucho menos ajeno a la historia, la tradición, los valores y la función esencial que cumplen nuestros hombres y mujeres bajo banderas.
En un país donde todavía se enfrentan múltiples amenazas, - como delincuencia, narcotráfico, criminalidad, a más de grupos armados ilegales- pretender cambiar la filosofía y alma de las fuerzas militares sin un verdadero consenso es una irresponsabilidad; el tiempo del cambio no es cuando cae la tarde, es al alba, cundo inicia el mandato, cuando aún hay margen de maniobra, legitimidad y disposición para construir.
Reformar a última hora no solo resta eficacia, sino que siembra dudas sobre las verdaderas intenciones detrás de tales decisiones. Porque cuando el sol se pone no es momento de iniciar una revolución, es hora de rendir cuentas.