El restaurador
Resumen
El restaurador recibe el reto de reconstruir 'Mónica', una porcelana invaluable para un poeta. Tras un exitoso trabajo, un accidente la destruye nuevamente. El poeta, resignado, guarda los fragmentos con los poemas dedicados a su amor perdido.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Claudio Valdivieso
Recuerda el veterano restaurador de porcelanas el día que recibió en su taller a un hombre embargado por una tristeza inconsolable, porque “Mónica”, su porcelana, quedó fragmentada en mil pedazos del coletazo que recibió de su perro Pastor Alemán.
El célebre poeta, de aspecto bohemio, con sutileza, sacó tres envolturas de papel periódico de una bolsa. Eran las trizas de una porcelana, y según el restaurador, se trataba de la figura y el rostro de una réplica de su bonita, elaborada en una exclusiva obra de la casa Capodimonte en Nápoles, Italia, por la que pagó una fortuna.
El poeta, con el corazón y la porcelana hecha pedacitos le suplicó al viejo para que la restaurara al costo que fuera. La porcelana era la figura de su amada sentada en el césped cultivando rosas de colores. El poeta, le insistió al restaurador, que cada trocito de la porcelana eran años de vida que le quitaba o agregaba a su existencia. Adora a su bonita en esta vida y hasta en la otra, e inmortalizó su figura que conservaba sobre un cofre de madera junto a un cirio y rosas blancas para no perderla de vista desde su escritorio.
El restaurador amontonó las trizas sobre la vitrina para examinarlas cuidadosamente usando una lupa de joyería, mientras silbaba y asentía con su cabeza el lamentable desenlace de esa obra de arte.
Malas noticias, señor… dijo el anciano al retirarse la lupa. Es más fácil, rápido y económico recuperar el rostro de Mónica y darle otra nueva vida en un cuerpo diferente. Según el restaurador solo cambiaría su aspecto, pero su atrevida propuesta disgustó al escritor quien tajante, molesto, rechazó de inmediato. ¿Acaso no entendió? Exclamó la voz explosiva del poeta.
¿Usted no entiende? Mónica es más que una porcelana, es mi recuerdo de ella y de Italia, de nuestra luna de miel; es mi vida, es irremplazable. Esa porcelana es una novela eterna contada en una sola escena. ¡Por Dios!
El restaurador se dio cuenta que estaba en aprietos y por fin entendió que las fisuras del rostro de la porcelana era el más exigente de sus retos, además, ese mano a mano con la belleza de Mónica y el arte dejaba expuesto su prestigio, sino el honor que le concedió el poeta al confiar en sus manos el más valioso de todos sus tesoros, ¡Su muñeca!
Mónica salió perfecta del “quirófano” del restaurador quince días después de reconstrucción, y camino a casa, el poeta resbaló, cayó al piso, y la porcelana se desintegró totalmente. Esta vez, ¡nada que hacer! Lastimado, recogió los “escombros” y regresó al laboratorio del restaurador, quien se cubrió el rostro con las manos al verlo llegar. ¡No puede ser!, pensó.
El poeta regresó derrotado a casa con los fragmentos de sus recuerdos. Tomó las migas de la porcelana y las envolvió en poemas que escribió al declararle su amor; abrió el pequeño cofre, y sepultó las moronas de la porcelana junto a las cenizas de su amada.