El mundo
Resumen
El orden mundial occidental está amenazado por una nueva ideología totalitaria. La cultura woke y el fanatismo erosionan los valores judeocristianos, transformando Europa y América hacia un futuro incierto, según Sandoval Ferreira.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Desde hace unos cuarenta años, dicen por allí que, la “nueva era” es un despertar del mundo, una nueva cosmovisión y espiritualidad. Ajeno de ello e independiente de la creencia en la existencia de “eras” cada dos milenios, es incuestionable que el Orden Mundial conocido de los últimos cien años se desmorona y, para los que amamos el conservadurismo, con pesar debemos afirmar que nada volverá a ser igual. Los últimos bastiones de civilidad están por caer frente a un nuevo modelo que apunta al totalitarismo acompasado por el papel de ciertas creencias que hoy socavan el otrora esplendor europeo y de paso occidental.
Por: León Sandoval Ferreira
Los dos grandes aportes de Europa al mundo son en su orden, el judeocristianismo y la democracia. Dos conceptos que hicieron del mundo occidental un baluarte de civilidad, progreso y desarrollo; gracias a estas columnas se edificó un modo de ser, una forma de ver el mundo y un hilo conector en Occidente que permitió cual rito, construir un lenguaje común más allá de los idiomas de cada lugar.
Hoy ese bastión amenaza ruina y es permeado por creencias totalitarias que destruyen los valores judeocristianos para dar paso a una nueva forma de ver el mundo, ajena a los valores occidentales, persuasiva por medio del terrorismo y la intolerancia. Tan tolerante y liberal ha sido la cultura Occidental que convertida en permisividad y liberalidad cava su propia sepultura.
Inglaterra y España, los otrora grandes imperios de la modernidad, dejaron de ser occidentales, y hoy enfrentan con horror el derrumbe de sus estructuras, producto de lo que algunos denominan “nueva era”, que no es otra cosa, que la muerte de los valores judeocristianos y del tradicionalismo para aceptar nuevos valores en los cuales, la intolerancia disfrazada de cultura woke y fanatismo ideológico pica en punta. Se tolera al semejante, pero al diferente se le aísla y margina. Los ingleses cada día son menos ingleses, los españoles son menos españoles y Europa va camino a dejar de serlo. Sólo se salva Europa del Este.
América toda, desde Groenlandia hasta la preciosa Patagonia, corre el mismo riesgo, de desamericanizarse para caer en el rigor de un nuevo totalitarismo. Los regímenes de antaño serán pálidos frente a lo que se avecina: La imposición de un nueva cosmovisión acerada y ciega. La Ciudad de Nueva York, la ciudad más importante de toda América corre el riesgo de caer en manos inadecuadas, como ya sucedió con Londres, Oldham, Luton, Rochdale, Oxford, Leeds, Derby, Birmingham en Inglaterra, Berlín en Alemania y Marsella en Francia.
En esa tarea participan poderosas organizaciones económicas que disfrazadas de filántropos imponen una nueva agenda globalista y de paso un nuevo orden, colocan en riesgo la civilización occidental, camuflándose detrás de aportes económicos a grupos sociales, académicos, culturales, deportivos y partidos políticos como Working Families Party (Partido de las Familias Trabajadoras) que, desde los Estados Unidos proponen redefinir el concepto de “sueño americano”. Aquí no se trata de una interpretación tremendista de los hechos, es la añoranza de un orden tradicional sustentado sobre los valores y principios judíos posteriormente adoptados por Occidente.
No comparto lo que el célebre argentino Enrique Santos Discépolo (1901-1951) en su hermoso tango Cambalache, cantó sobre el mundo “Es y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil también. Que siempre ha habido chorros, maquiavélicos y estafadores. Contentos y amargados, valores y dubles (…) Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseados” porque la vida continúa siendo maravillosa, pese a que a veces el lodo nos manosea; por lo menos déjenos la esperanza de que aún vale la pena conservar los valores occidentales que nos han sido legados y, han hecho grandioso el mundo. Aún hay mucho por conservar.