El manuscrito

Lácides escribió una carta para la vejez de su bonita pensando en la inestabilidad del destino por los abruptos giros que toma la vida sin nuestra voluntad o contra ella. Sin importar cuanto tiempo reposaría la carta, la guardó en un sobre de manila junto a otras memorias y recuerdos que conservaba en su atesorada cajita de cachivaches, una caja de cartón que usualmente guardaba donde más estorbaba para recordarla con mayor frecuencia. Dijo Lácides (para unos alucinaba), que esa carta como su amor jamás prescribirá en el tiempo porque su amor alcanzaba para la longevidad y más allá, hasta la otra vida si fuese necesario.

Hola bonita: Esta nota la escribí ayer para ti, así te sorprendas y pienses que si la encuentras en mi cajita fue por descuido. Contrario a olvidarla, quería protegerla en un lugar seguro, y qué mejor que en mi estorbosa cajita donde reposan las curiosidades de mis recuerdos del alma que mantuvieron al día mi memoria y los alucinantes sueños de adorarte durante mi existencia.

Esta nota solo tiene dos opciones: una de ellas, es que la encuentres después, durante mi ausencia eterna, cuando elijas abrirla para disponer finalmente el destino de los tesoros que durante mi vida refrescaron los recuerdos desde mi infancia, mi vida, y del sueño de amarte por el ángel que eres, el mismo que elegí para alcanzar desde el principio del amor hasta el final de nuestra existencia.  La segunda opción, será la voluntad de Dios.  

Recuerda bonita que la vida es más veloz que el tiempo, piensa en cuanto sentido tiene la aventura de amar, recuerda que tampoco hay amores fáciles porque la vida incluye duelos en medio de nuestros sueños. Jamás olvides que celebramos el arte de amarnos en las mieles y en la adversidad, en la discordia, en cuántos disparates que hicimos en medio de mil tonterías para reírnos hasta hoy con el desenlace de mi destino. Es ahora cuando tienes la oportunidad de leer estas letras en la opacidad de mi ausencia.

Hoy, ayer, desde hace tiempo, te dibujé en mis sueños tan inciertos como el destino, pero feliz de haberte elegido por sugerencia de Dios para construir contigo más ilusiones por absurdas que parezcan, incluso, para ir de la mano juntos hasta el día que tu cabello blanco renuncie a las tinturas en la trayectoria de nuestra vejez.

De pronto, algún día, te encuentres con esta carta y recuerda que la escribí ayer por si no despierto mañana. Solo recuerda que amores hay por montones, pero vida solo hay esta y la otra, la eterna, para agradecerle a Dios por tu presencia. Con amor, Lácides.

Aunque Lácides no entendió porque la escribió, tampoco se arrepintió de hacerlo. Su bonita, por estar de curiosa descubrió la carta a tiempo sin pretenderlo “antes de ayer”. Ella corrió en lágrimas sujeta del caminador, le quitó el bastón y lo abrazó…- viejito sin vergüenza, ¿cómo te enteraste de la carta que también te escribí?