El liderazgo femenino importa
Resumen
Un estudio de Harvard destaca que las hijas de madres trabajadoras experimentan mejores carreras, salarios y relaciones. En contrastantes roles de género, el liderazgo de mujeres impulsa prosperidad y equidad en sociedades alrededor del mundo.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Esta semana vi dos estudios que llamaron mucho mi atención. El primero, de la Universidad de Harvard, indica que las madres trabajadoras experimentaron mejores carreras profesionales, salarios más altos y relaciones más equitativas que las hijas de madres que se quedan en casa.
Por: Maura Samara Suárez
Es un estudio en 24 países realizado entre 2002 y 2012 que demuestra esta premisa. El segundo, de la Universidad de La Sabana, señala que el 80% de los niños nacidos en Colombia son criados por sus madres, un dato desgarrador que refleja la ausencia sistemática de los padres y el peso desproporcionado que recae sobre las mujeres.
Isabel Allende en su libro “Mujeres del alma mía” también habla sobre este tema. “En las regiones más necesitadas del mundo, las madres utilizan sus ingresos en la familia”, se refiere a que el 100% de los ingresos de las mujeres se gastan en comida, salud, bienestar y escolaridad de los hijos, mientras que los hombres solo destinan un tercio de los suyos. El resto lo gastan en sí mismos, para divertirse o adquirir objetos que les den prestigio. Isabel asegura que cuando las mujeres tenemos el poder de decisión en una sociedad, la situación mejora en lo familiar, lo social y lo cultural. Incluso las sociedades más atrasadas son aquellas en las que las mujeres están sometidas.
Buscando referencias a lo que dice Isabel encontré varios estudios. En Bangladés, el Grameen Bank descubrió que cuando les prestaban a mujeres, ellas gastaban en educación, vivienda, bienestar familiar y lograban retorno económico, mientras que los hombres destinaban el dinero al consumo personal. El Banco Mundial en 2012 también demostró que las mujeres invertían el 90% de sus ingresos en sus familias, frente al 30% de los hombres.
Además, al revisar ejemplos de países que prosperaron con mujeres en el poder, hay casos como Alemania o Islandia, pero el más interesante es Ruanda. Después del genocidio, la mayoría de los hombres había muerto y las mujeres fueron obligadas a asumir el liderazgo. Las políticas públicas del país se enfocaron en educación, salud y reconstrucción social. En contraste, la llegada del régimen talibán a Afganistán significó, según el Banco Mundial, una pérdida de hasta mil millones de dólares anuales para la economía. Lo que dice Isabel Allende, entonces, no es una realidad aislada.
En Colombia la situación no mejora. Las mujeres ocupan apenas un 30% de los escaños en el Congreso, menos del 19% de las gobernaciones y solo el 13% de las alcaldías. En Bucaramanga la realidad es todavía más dolorosa, pues apenas contamos con una concejala. Aunque desde el año 2000 existe la Ley de Cuotas que exige un mínimo del 30% de representación femenina, su cumplimiento ha sido parcial y desigual.
La conclusión es clara. Mientras el liderazgo femenino multiplica el bienestar, la exclusión de las mujeres del poder condena a las sociedades al atraso. El futuro no puede seguir sosteniéndose en la ausencia paterna y en el sacrificio silencioso de las madres. Si las hijas de mujeres trabajadoras alcanzan mejores oportunidades, si las madres que administran recursos invierten en la vida misma y si los países gobernados por mujeres priorizan la educación y la salud, ¿por qué seguimos negándoles el espacio que les corresponde? Tal vez la pregunta no es si las mujeres caben en el poder, sino cuánto más podría avanzar el mundo si dejáramos de ponerles barreras. El verdadero progreso será posible el día en que el liderazgo femenino deje de ser excepción y se convierta en norma.