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El “Jesucristo de Siberia” fue condenado a 12 años de prisión

El “Jesucristo de Siberia” fue condenado a 12 años de prisión

Resumen

Sergei Torop, conocido como Vissarion, fue condenado a 12 años de prisión por un tribunal siberiano por extorsión y abuso físico y psicológico. Torop, líder de la secta Iglesia del Último Testamento, controlaba a miles de seguidores venerándolo como la reencarnación de Jesucristo.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Andrés Quijano

De ser un agente de tráfico en la Unión Soviética a proclamarse como la reencarnación de Jesucristo y fundar una secta con miles de seguidores en Siberia, Sergei Torop —más conocido como Vissarion— ha vivido una historia tan inverosímil como trágica. El pasado lunes 30 de junio, un tribunal siberiano lo condenó a 12 años de prisión por extorsión y causar daño físico y psicológico a sus seguidores. Junto a él, fueron sentenciados también dos de sus principales lugartenientes en la llamada Iglesia del Último Testamento: Vladimir Vedernikov y Vadim Redkin.

La sentencia llega tras una investigación que se prolongó por casi cinco años, desde que en septiembre de 2020 las autoridades irrumpieron en la región de Krasnoyarsk para detener a Torop en el asentamiento donde vivía con su comunidad, llamada “Ciudad del Sol”. Allí, alrededor de 10.000 personas, entre residentes y simpatizantes de todo el mundo, lo veneraban como la palabra viva de Dios. El líder religioso, que aseguraba haber renacido en 1989 como el nuevo Jesucristo, construyó un estilo de vida basado en estrictas normas morales, alimentación vegana y rituales diarios de oración, bajo la promesa de una inminente purificación global.

La Ciudad del Sol, enclavada en las profundidades de Siberia, era descrita por quienes la visitaban como un lugar hermético y místico. Según testimonios recogidos por medios como The Guardian, los fieles se despertaban a las siete de la mañana para orar tres veces al día, vivían sin electricidad convencional y se abstenían de consumir carne, alcohol o tabaco. Todo estaba prohibido, excepto “enamorarse”, decía una de las seguidoras.

Además de su estricto régimen de vida, el culto mantenía su propio calendario, himnos y mandamientos. Uno de ellos prohibía buscar ayuda médica externa: “La carne debe sanarse a sí misma”, enseñaban, sugiriendo que toda enfermedad era consecuencia de una desconexión espiritual con la naturaleza.

Sin embargo, bajo esa aparente búsqueda espiritual se escondía un sistema de abuso psicológico y económico. El Comité de Investigaciones de Rusia acusó a Torop y a sus colaboradores de controlar mentalmente a sus seguidores, ejercer coacción para obtener dinero y causar daño físico, incluso con resultados fatales.

Elena Melnikova, una exseguidora que testificó contra Torop, denunció que al menos ocho personas habían fallecido por negarse a recibir atención médica, siguiendo los preceptos de la secta. La fiscalía documentó que al menos 16 personas fueron sometidas a daños morales, y seis sufrieron deterioro físico severo. Las enseñanzas del grupo promovían el aislamiento, la sumisión absoluta al líder y la entrega de todos los bienes económicos a la Iglesia.

“Es todo muy complicado. Pero, para simplificar, sí, soy Jesucristo”, declaró Torop en una entrevista en 2002, convencido de su rol como mensajero divino. “No soy Dios. Es un error ver a Jesús como Dios. Pero soy la palabra viva de Dios Padre”.

Tras ser arrestados en 2020, Torop, Redkin y Vedernikov fueron trasladados a Moscú para enfrentar cargos formales. Los tres fueron hallados culpables de crear una organización religiosa basada en la violencia y la manipulación. La sentencia, que los condena a 11 y 12 años en un centro de máxima seguridad, también contempla una indemnización por daños y perjuicios de 45 millones de rublos (unos 487.000 euros) para las víctimas. Todos los acusados niegan su responsabilidad y podrían apelar la decisión.

La caída de Vissarion pone fin a más de tres décadas de liderazgo sectario, marcado por el aislamiento, el dogmatismo y el abuso disfrazado de espiritualidad. Aunque aún cuenta con algunos seguidores fieles, la justicia rusa ha dictado un veredicto firme: detrás del rostro mesiánico de Sergei Torop, se escondía un manipulador que llevó a miles de personas a vivir bajo un régimen de control absoluto y dolor silencioso.

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por Andrés Quijano

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