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El derecho a respirar aire limpio

Resumen

La calidad del aire de la ciudad es moderada, afectando a personas con afecciones respiratorias. Aunque medidas globales han mejorado esto, reducir las emisiones sigue siendo esencial para un planeta sostenible y para combatir el calentamiento global.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Fundación Participar
El derecho a respirar aire limpio

Por: Fundación Participar*

Recientes datos obtenidos de internet indican que la calidad del aire en nuestra ciudad, evaluada según la concentración de partículas menores a 2.5, 10 y 30 micrones, así como de NO₂, SO₂ y ozono, presenta un índice de calidad moderada (AQI). Este nivel implica riesgos para las personas con afecciones respiratorias, aunque el resto de la población puede exponerse durante períodos prolongados sin mayores problemas. Sin embargo, no hay motivo para confiarse: en ocasiones hemos recibido alertas cuando la contaminación aumenta, ya sea por incendios forestales, inversión térmica o la combustión de combustibles fósiles, factores que dificultan la dispersión de contaminantes. El profesor y pediatra ya fallecido, Jaime Forero, sostuvo públicamente que la contaminación de la meseta era trasportada por los vientos y descargada en la meseta de Ruitoque.

La contaminación del aire no sólo tiene consecuencias directas sobre la salud de los seres vivos, sino que también contribuye al calentamiento global, un fenómeno que amenaza gravemente la supervivencia de la humanidad y de numerosas especies. Por tanto, resulta deseable —si se permite la expresión— limpiar el aire que respiramos. Sin embargo, cualquier intervención comporta efectos paradójicos.

La Organización Marítima Internacional y la República Popular China han adoptado estrictas medidas para reducir las emisiones de azufre y partículas, lo que ha salvado millones de vidas y reducido la tasa de muertes prematuras. Ciudades chinas, anteriormente asfixiadas por el smog, ahora disfrutan de un aire considerablemente más limpio. No obstante, la naturaleza responde a la intervención humana: los mismos contaminantes que afectan nuestra salud, generan lluvia ácida y potencian el efecto invernadero, también reflejan parte de la radiación solar mediante la formación de cristales de azufre que hacen las nubes más reflectantes.

Regular estos contaminantes mediante aerosoles, como proponen algunos expertos, podría liberar un calentamiento previamente oculto, con consecuencias negativas como las observadas en las denominadas manchas cálidas del Pacífico, el deterioro de los corales o la intensificación de las lluvias monzónicas.

Esta situación nos enseña que las soluciones para enfriar el planeta, aunque estén sustentadas en la ciencia —siempre falible—, como los llamados “paraguas químicos” inspirados en la ciencia ficción, podrían desencadenar cambios extremos y desiguales en el planeta. Lo sensato, lo obvio y, por tanto, lo más difícil en un mundo humano disperso y codicioso, es reducir la emisión de gases de efecto invernadero.

Para habitar un planeta sostenible y respirar aire limpio, es imprescindible transformar nuestra relación con la naturaleza, el consumo y la energía. Conseguirlo es, sin duda, un derecho por conquistar.

*Jaime Calderón Herrera. www.fundacionparticipar.com 

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