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El arte del buen vestir

Resumen

La pandemia de 2020 cambió el vestir, redujo el uso de corbatas y fomentó la chabacanería. El buen vestir implica respeto, dignidad y aseo, y sigue siendo importante en ciertos cargos y eventos, donde se requiere un código de vestimenta adecuado.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Leon Sandoval Ferreira
El arte del buen vestir

Por: León Sandoval Ferreira

Dicen que el hábito no hace al monje y que la facha es lo de menos, pero no es cierto, son simples expresiones populares sacadas de contexto. El buen vestir pasa más por la higiene, lo púdico, el decoro y la ocasión. Hay ocasiones, momentos, dignidades, cargos y eventos que por respeto para consigo mismo y para con los demás exigen un traje adecuado. La pandemia del Covid en 2020 relajó las buenas maneras en el vestido, el trabajo remoto contribuyó con las malas formas en el vestir y, jubiló el uso de la corbata.

La corbata pareciera llamada a desaparecer, se ha llegado a un punto donde impera la chabacanería en el vestir. Las nuevas modas impuestas por los famosos “artistas” con prendas costosísimas y directamente en proporción, horrorosísimas, más parecen elementos de fiesta de disfraces, mandan la parada. La gente ya no se viste, se disfraza. Entre más excéntrica la pinta, ¡Más “fashion” “el outfit”, que llaman! El vestuario masculino va al declive junto a la virilidad. Por el vestido ya no es posible distinguir si quien lo porta es varón o mujer.  La corbata es prenda de vigilantes, conductores y uno que otro oficinista. Es poco común que la usen los altos ejecutivos. Al parecer, la narrativa de la comodidad acabó con el buen gusto.

El buen vestir es un arte que implica dignidad, autorrespeto y, sobre todo, aseo. No se puede pretender que los jeans rotos, las pintas estrafalarias, los colorines, las zapatillas deportivas, la ausencia de corbata para ministros y figuras de la alta dirección del Estado sean aceptados. En los ministerios no se distingue al ministro del muchacho de los mandados; por no hablar de las fachas de la figura presidencial, tenía más distinción Nerón Navarrete a inicios de los noventas.

Una anécdota local que vale la pena ser contada; hasta los sesentas se acostumbraba que, los docentes de la UIS usaran corbata, cuando llegó la revolución sesentera que serviría de caldo de cultivo para el nacimiento de la despreciable guerrilla del ELN a mediados de ese decenio, ciertos grupos estudiantiles maltrataban a los profesores que usaban corbata, y la exhibían como signo de imperialismo y colonialismo, por ello, el uso de la corbata empezó a decaer en esa comunidad académica. Hoy en las aulas universitarias, muchas veces no se distingue al maestro del alumno. Evidencia de las prácticas de los revolucionarios de popó: Dejaron de usar saco, corbata y zapatos de cuero de producción nacional, como los célebres La Corona, para usar los “revolucionarios” tenis Nike y Adidas, junto a las “insurgentes” prendas Balenciaga o Bershka, y los calzoncillos Calvin Klein, que réplicas o no, a mayor tamaño de la etiqueta mayor “progreso”.

Decantar las maneras en el vestir es un deber. El decoro al vestir forma parte de la vida buena. Los jeans y los tenis no deberían ser prendas para quienes gobiernan o para oficinistas. Vergüenza ajena producen los actuales funcionarios públicos colombianos cuya indumentaria alarma. Hay escenarios como la oficina, la iglesia, las notarías, las sinagogas, las universidades, las logias, los consultorios médicos, los juzgados, los aviones, entre otros tantos, que exigen códigos mínimos de indumentaria por respeto propio, al otro y al entorno. Resulta hilarante ver jueces en audiencias, que se sientan y por debajo de la toga sobresale el jean roto y el tenis sin medias. La majestad de la justicia debe ser total.

Los conductores de buses intermunicipales visten mejor que abogados y médicos, cuya moda del traje de mayo le dio la estocada a la corbata en dicho gremio. Como te vistes te tratan. El arte del buen vestir, la clase y la elegancia no riñen con la sencillez, la libertad, la limpieza y la comodidad.

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por Leon Sandoval Ferreira

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