El acuerdo
Resumen
Lácides Puertas protagoniza una historia donde sus torpezas y la sabiduría se entrelazan. Aunque constantemente contradice a su creador, cada error se convierte en una lección que lo enriquece, mientras busca ser representado con prudencia y discernimiento.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Claudio Valdivieso
Lácides Puertas es un personaje altamente torpe y hábil para caer en destinos que lo han llevado a adquirir una experiencia envidiable como refiere su progenitor, el escritor que lo incluye como el caricaturesco protagonista de su novela. El poeta Lácides va y viene del tintero al papel, y su personaje resalta la perfecta conexión que existe entre la torpeza de su sabiduría, así, como usualmente sucede con muchas personas que tienen dificultad para reconocerlo, pero son hábilmente burlescos de la paja en el ojo ajeno. Para salir de un lío se tiene que meter en tres. Sostiene el protagonista, que la única ventaja de todo esto es que de cada error se aprende y por lo mismo adquirió experiencia para evitar recaer en el mismo error. Reconoce el escritor, que continúa incidiendo en otras torpezas diferentes sin actuar de mala fe. ¡Esa es la diferencia!
Ahora, quién está envainado es el autor, porque Lácides resultó ser más testarudo de lo que había calculado, y el muy atrevido personaje constantemente con rebeldía lo desmiente y le lleva la contraria a su creador. Aunque el protagonista de la novela y el escritor se han convertido en los mejores amigos, Lácides resultó el mayor dolor de cabeza porque el creador ahora se convirtió en su discípulo. ¡Trátame con sutileza!, ¡nada más te pido!, le dijo el personaje a su creador. ¿Hay sugerencias?, preguntó el escritor.
Está bien, acepto que me digas torpe dijo Lácides, pero me gustaría que sin burlarte edifiques mi personaje con una imagen más fresca, serena, y qué me otorgues al menos un beneficio. Sé generoso y regálame al menos tres virtudes, ¡por favor! Remató el protagonista a su creador.
Escúchame querido progenitor: Usualmente, unas personas por ignorancia se burlan de otras y su atrevimiento supera lo imaginable. La burla es una de las más comunes tentaciones, pero frente a ese “pecado” existe la sabiduría de la prudencia y el silencio del hombre que sonríe sin demostrarle al ignorante quien es realmente el burlado, pues una cosa es aparentarlo y otra serlo. Perro viejo late echado y el diablo vale más por viejo que por diablo, le dijo Lácides. Preferiría que me dijeras pendejo, ¡pero no que me creas! Añadió. Es más, señor escritor. Si de pronto usaras unas palabras lograrás hacerme feliz, de modo mi querido amigo que puedes invitar al diccionario a los burlones para que, con profundidad, comprendan el verdadero sentido de la coherencia, la conmiseración y el discernimiento.
Como puedes ver amigo escritor, estos términos finalmente llegan a convertirse en sabiduría para entender al ignorante que hasta se burla de sus propios servidores, y a Dios lo dejan por el suelo ante la incoherencia de una verdadera práctica de fe y los actos. Discernir antes de actuar nos evita caer en la tentación de la burla y seríamos menos ignorantes y dañinos. La conmiseración también es un acto que además de mejorar mi propia imagen ayudaría a construir mejores seres humanos y seguramente al mundo le sentirá mejor. Todo esto se puede aprender con la experiencia dijo Lácides, de modo que dejemos la burla y la torpeza en manos de la coherencia, la conmiseración y el discernimiento.