Dilema moral
Resumen
El artículo trata sobre el dilema moral de la inviolabilidad de la vida en conflictos, cuestionando si es justificable matar a un menor armado y reclutado en grupos terroristas. Se debate el respeto a la vida frente a estos casos donde la moralidad se pone a prueba.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Amarás al prójimo como a ti mismo es mandato de El Eterno y uno de los rezos diarios del Sigur. Base de toda ley, la vida es inviolable, nadie tendría el derecho a matar a su prójimo. Saber quién es el prójimo motiva discusión ¿Todo individuo de la especie humana? ¿El que acata y respeta le ley en común? ¿El correligionario? ¿El semejante? Cuestiones de nunca acabar. El punto de inflexión sobre el prójimo se da cuando, es el prójimo quien no respeta la vida ajena ¿Es moral quitar la vida del que no respeta la ajena? ¿Tenía razón la exprimera ministra israelí, Golda Meir (1898-1979) “No puedes negociar la paz con quien viene a matarte”? Surge un dilema moral.
Ame al prójimo, pero si el prójimo viene a matarle y a arrebatarle bienes ¿Es justificable asesinar al prójimo? y ¿Qué, si ese prójimo es menor de edad? Dilema moral que, en estos días la sociedad colombiana debate. Hace algunos días, terroristas abandonaron una volquetabomba en un centro urbano. Días después, las Fuerzas Militares bombardean una célula subversiva que contaba con menores de edad y pretendía emboscar a 20 soldados, menores que, murieron como consecuencia del contraataque militar.
La opinión divide entre quienes, de buena gana, aprueban la muerte de los menores por tratarse de actores armados en un conflicto bélico que, delinquían contra la sociedad; por otra parte, quienes acusan y señalan que se vulneraron las reglas del DIH. Que los menores, presuntamente, fueron reclutados forzosamente, de lo cual no hay certeza. En otras palabras, los menores son utilizados como escudos humanos y salva guarda para que grupos terroristas no sean atacados por las FFMM. Modus operandi muy común entre terroristas, como Boko Haram, Hamas y los de Colombia. Los jueces tendrán la última palabra, no los opinadores.
Entre tanto, una cosa es hacer valoraciones desde la comodidad de un escritorio y otra desde el escenario de los hechos, donde la adrenalina se dispara al 100% y se trata de la vida propia o la vida ajena: La del prójimo perpetrador, no hay punto medio. Reclutar menores de edad para la guerra es un acto vil y repudiable. Existe una constante mas no justificable, desde siempre los menores han participado de conflictos bélicos a lo largo y ancho de la geografía universal. Hoy por hoy, hay conciencia sobre su protección, pero ¿Debería ser un principio absoluto?
La vida de un menor de edad que empuña un arma para arrebatar injustamente la vida de otro jamás podrá ser más valiosa, gozar de especial preferencia y protección por el simple hecho etario, así la doctrina constitucional se encause en afirmar lo contrario. Gracias a esa interpretación promenor infractor, los delincuentes aprovechan. Utilizan menores para labores sicariales, terroristas y delincuenciales, previendo la impunidad que habrá sobre ellos. Muchos menores obran influenciados por la vida light y el dinero fácil que exhiben los medios. No en vano, el ministro Rodrigo Lara Bonilla (1946-1984) y el senador Miguel Uribe Turbay (1986-2025) fueron asesinados por adolescentes que terminaron “premiados” por el Estado. Recientemente, una niña de 13 años fue violada por seis menores de edad que empuñaban un cuchillo en Mutatá (Antioquia). Definitivamente, existe una moral clasista, si se permite el vocablo, una moral “etárica”.
Injustamente el menor delincuente y el menor asesinado en el intento de arrebatar la vida del semejante, serán las víctimas, prevalece la condición y no el acto. Dolor provoca la muerte del prójimo, y sobre todo para sus deudos. Pero, la minoría de edad en el terrorista no puede ser causal para tratos preferentes. Quien empuña un arma para dañar a otro no puede reclamar beneficios, y quien empuña un arma para defender la vida no puede perderlos. Contra la verdad no hay fuerza que valga.