Deserción escolar en Piedecuesta, una derrota social

Resumen

En Piedecuesta, la deserción escolar crece, influenciada por pandillas y el microtráfico. La falta de políticas públicas efectivas y el fracaso de las estrategias pedagógicas han fracturado el panorama educativo, dejando a los jóvenes vulnerables a la delincuencia.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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Deserción escolar en Piedecuesta, una derrota social

Por: Oscar Humberto Cote Cote

En Piedecuesta, otrora considerada “ciudad educadora”, la deserción escolar reflejada en las últimas estadísticas del área metropolitana ha dejado de ser una cifra para convertirse en una evidencia del deterioro social que golpea a la población garrotera. Cada estudiante que abandona un aula confirma una creciente influencia, por parte de pandillas y bandas de microtráfico, sobre nuestros jóvenes, alimentada por la desmotivación académica y la precariedad económica de sus familias.

Duele ver, a diario, las calles llenas de menores que, deambulan sin rumbo ni acompañamiento, terminando como presa fácil de las bandas delincuenciales. El auge de la delincuencia juvenil en Piedecuesta no puede entenderse sin observar el fracaso sigiloso de las estrategias pedagógicas implementadas. Algo muy cierto es que, donde el Estado y la academia se ausentan, el crimen organiza, recluta y ofrece una sensación de poder y pertenencia.

Muchos jóvenes, de contextos de vulnerabilidad económica, ven en el microtráfico una fuente rápida de ingresos y de “estatus” social. Al compararlo con la educación (que ofrece beneficios a largo plazo), algunos optan por abandonar la escolaridad para involucrarse en actividades ilícitas que les representan resultados inmediatos.

El problema radica en la ausencia de verdaderas políticas públicas que fomenten la permanencia escolar. No basta con abrir cupos, se necesitan entornos seguros, transporte garantizado, salubridad en las instituciones, alimentación adecuada, acompañamiento psicosocial y programas culturales y deportivos que motiven a los jóvenes a permanecer en las instituciones. Urge implementar modelos pedagógicos disruptivos que involucren la tecnología para atraer y mantener el interés de los estudiantes.

No sigamos normalizando que adolescentes, en lugar de estudiar, sean capturados por hurto o microtráfico. Urge que las autoridades municipales afronten con seriedad este fenómeno. No se debe medir la gestión educativa por el número de actividades realizadas, sino por la calidad y los resultados de estas. Recuperar a cada joven que abandona una institución educativa exige una acción coordinada entre escuela, familia y Estado. 

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