Democracia fatigada
Resumen
El artículo aborda el impacto de un crimen violento en un joven senador, destacando su efecto desestabilizador en la democracia colombiana. Critica el ambiente político exacerbado, el debilitamiento de instituciones y las acciones del Gobierno frente al Senado.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Jaime Arrubla
Lo que faltaba, un crimen atroz, que busca desestabilizar al país, seguramente perpetrado por fuerzas oscuras que actúan de cuando en vez, y en esta ocasión escogieron una figura joven, promesa para el futuro de la patria. Ojalá el Senador Uribe Turbay pueda superar este estado crítico en que lo han colocado y logre incorporarse a sus actividades; es el deseo de muchos compatriotas que aún pensamos que, con personas como él, no todo está perdido para Colombia.
Muchas pueden ser las razones para haber llegado a este estado de cosas, que abren camino a la violencia y a la ignominia; seguramente un lenguaje exacerbado de todos los actores de la política, contribuye a enturbiar el escenario del debate electoral, donde aprovechan los violentos, narcotraficantes armados, disfrazados de poetas sociales, sin afán distinto que el que mantener su envilecido negocio, mientras logran su impunidad bajo la mampara de una guerrilla disfrazada de lo social, que de pretensiones políticas y populares, ya no tiene nada. El fiasco de la “paz total” no es otra cosa, que la trinchera donde evitan que actúe la justicia y logran que los proteja el Estado.
Ojalá que se rectifique el camino que ha tomado Colombia en los últimos años y que, en lugar de lograr la paz y el equilibrio social de los colombianos, tiende a fatigar la democracia e introducirnos en un nuevo ciclo de violencia. Hay que respetar las instituciones democráticas consagradas en la Constitución, es el pacto escogido por el pueblo desde los albores de la República. Ocasionar el desequilibro de los pesos y contrapesos, so pretexto de acudir al pueblo para que se manifieste; manifestación que ya hizo en la Constitución del 91, a través de la Asamblea Constituyente, no es más que un despropósito populista que desestabiliza las instituciones.
A pesar del momento luctuoso que vive el país, el Gobierno insiste en su consulta, alegando que no fue legitima la negativa del Senado e invocando una competencia que no tiene para convocarla. Le da oxígeno la sentencia de tutela del Juzgado sexto del Circuito de Bogotá, que ampara el derecho fundamental de la senadora Pizarro y ordena al presidente del Senado resolver el recurso interpuesto relacionado con el cierre de la votación cuando se sometía a la decisión de la corporación la aprobación o no de la consulta. El presidente del Senado ha dicho que el recurso fue decidido y así lo comunicó al juzgado.
El Gobierno se ampara en esta decisión para sostener la peregrina tesis de que si el Senado no se pronunció legítimamente, puede hacer uso de su silencio para convocar por Decreto. No es claro de donde quiere derivar su competencia, ante la falta de un texto expreso, pero sin duda su contumacia contribuye a quebrar el sistema democrático.
Por supuesto, que se puede acudir al pueblo, pero de la manera y con las formas que ese mismo pueblo dispuso para el efecto y que se consagran en la Constitución; respetar esas reglas de juego, es lo que se llama democracia.