De los economistas, el dólar y el Dolex
Resumen
El peso colombiano se fortaleció frente al dólar, cayendo a menos de 4,000 pesos. Analistas ofrecen explicaciones variadas como el debilitamiento del dólar y flujos de capital extranjero. Sin embargo, persiste la incertidumbre sobre las verdaderas causas detrás de este fenómeno.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Esta semana, el peso colombiano se fortaleció frente al dólar, incluso luego de que Moody’s bajara nuevamente el grado de inversión al país. El tipo de cambio cayó por debajo de los 4.000 pesos, con una revaluación acumulada superior al 8 % en lo que va del año.
Los analistas ensayan explicaciones. Obvio. Unos dicen que es por el debilitamiento global del dólar, otros lo atribuyen a flujos de capital extranjero atraídos por las altas tasas de interés del Banco de la República. También están los que se apoyan en razones técnicas, como rupturas de medias móviles. Todo eso puede tener algo de cierto, pero ninguna de esas respuestas convence del todo. Son teorías que suenan bien, pero que parecen más construidas para justificar lo ocurrido que para explicarlo.
Desde mi perspectiva, la hipótesis más intuitiva, aunque políticamente incorrecta, apunta al narcotráfico. No hay registros oficiales que lo respalden, pero es plausible que dólares de dudosa procedencia estén entrando al país a través de canales difíciles de rastrear. Cuando los modelos económicos no explican lo que está ocurriendo, uno termina mirando hacia esos rincones que la estadística no alcanza.
Lo paradójico es que esta revaluación ocurre justo cuando las cifras económicas no acompañan. Las finanzas públicas se deterioran, y el Ejecutivo ha estimado un déficit de 7,1 % del PIB para el próximo año. La regla fiscal fue suspendida y las calificadoras no terminan de asustarse. A esto se suma una inflación que, aunque bajó, aún está en el 5,05 % anual, por encima de la meta del Banco de la República. El desempleo se mantiene en 9 %, con niveles preocupantes de informalidad, la inversión extranjera directa cayó 14,7 % en el primer trimestre del año y, para terminar, la crisis diplomática desatada por nuestro presidente con Estados Unidos no es precisamente un Dolex para este trance.
Y nadie entiende nada. Mientras tanto, en las calles la historia es otra. Los precios siguen altos, los salarios no alcanzan y las oportunidades se pierden como el agua del lavamanos al cepillarnos los dientes. La gente siente que no hay forma de estar bien. Lo que vemos es una escisión total entre los movimientos del mercado cambiario y la economía real, esa micro que es la difícil porque no da para hablar tanta paja. Una moneda fuerte no siempre significa una economía fuerte, y esta vez es evidente.
En este contexto, comprar o vender dólares no parece una decisión basada en análisis, sino una simple apuesta. La volatilidad domina, y las certezas escasean. Lo prudente ya no es adivinar el siguiente movimiento, sino entender por qué nada parece tener sentido. Y ahí es donde los economistas se vuelven expertos… después. Como dice el viejo chiste: su trabajo es explicar por qué no ocurrió lo que predijeron.
Es cierto que el país está mostrando una fortaleza institucional que ayuda a mermar la percepción de riesgo, pero es que hoy los mercados están gobernados por expectativas, algoritmos, percepciones y decisiones externas. No por fundamentos locales. Y eso debería preocuparnos más de lo que nos alivia. Porque si nuestra moneda se fortalece mientras la economía se debilita, algo no cuadra. Y lo que no cuadra, no puede sostenerse.