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¿Contingencia o colapso?

Resumen

La DIAN enfrenta críticas por sus fallas tecnológicas y la mala gestión de plazos tributarios que afectaron contribuyentes. Mientras el sistema colapsa, se reorganizan plazos sin justificación clara, ignorando las necesidades del contribuyente.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Jorge Lizcano
¿Contingencia o colapso?

La DIAN y el desorden digital que asumen los contribuyentes. En el mundo tributario colombiano hay algo que parece mantenerse constante: los cambios llegan tarde, mal planeados y, casi siempre, mal ejecutados. Lo que debería ser una estructura sólida de cumplimiento fiscal se ha convertido en un tablero de juego inestable donde el contribuyente no solo participa obligado, sino además desinformado, presionado y en ocasiones hasta penalizado… por errores que no son suyos.

Esta semana, los reportes en el sistema informático de la DIAN no dejan lugar a dudas: la plataforma tecnológica de la entidad no da abasto. Los servicios informáticos electrónicos presentan constantes fallos, demoras en la recepción de información, bloqueos inesperados y alertas de contingencia que parecen una excusa técnica recurrente. Todo esto, justo en la recta final para la presentación de obligaciones clave: la información exógena, las declaraciones de renta de personas jurídicas y los reportes de beneficiarios finales.

Y mientras tanto, ¿qué hace la DIAN? Con una lógica difícil de comprender, ha decidido reorganizar plazos y vencer obligaciones en fechas simultáneas, como si el problema no fuera el colapso del sistema, sino la falta de presión sobre el contribuyente. ¿Cuál es la justificación? No se ha explicado. ¿Quién se beneficia? Desde luego, no el empresario o profesional que intenta cumplir sus obligaciones tributarias con rigor.

No se trata de cuestionar la autoridad tributaria —que sin duda tiene un papel clave para el sostenimiento del Estado— sino de exigir que ese poder se ejerza con responsabilidad operativa y técnica. Si la plataforma está sobrecargada, si el ecosistema de obligaciones se vuelve inviable en la práctica, si los usuarios no pueden acceder a tiempo para presentar sus reportes, ¿a quién debemos culpar? ¿Al contador que se trasnocha? ¿Al empresario que hace lo posible por cumplir? ¿O a una institución que insiste en tapar su falta de planeación con medidas de última hora?

Desde el anuncio del reporte de beneficiarios finales —una obligación necesaria pero compleja— hasta los vencimientos simultáneos de declaraciones e información exógena, parece haber una desconexión profunda entre quienes diseñan las normas y quienes deben ejecutarlas. Y es ahí donde surge la pregunta incómoda pero inevitable: ¿estamos ante una contingencia técnica… o ante un colapso institucional anunciado?

La DIAN no puede seguir funcionando como si la contingencia fuera el nuevo estándar. El país necesita una entidad fuerte, moderna y confiable, pero sobre todo coherente. Los contribuyentes necesitan reglas claras, sistemas que funcionen y cronogramas viables. Y si eso no está garantizado, al menos merecen respeto.

Mientras tanto, seguimos viendo cómo los errores estructurales se trasladan al más débil de la cadena: el contribuyente. Quien cumple, paga. Quien falla, también paga. Y quien toma las decisiones, rara vez asume consecuencias.

La DIAN debe dejar de improvisar. No puede exigir cumplimiento absoluto mientras su propia infraestructura colapsa. No puede pedirle al contribuyente que corra, cuando es la entidad la que no llega. La contingencia no puede convertirse en norma, y el caos operativo no puede disfrazarse de reforma.

Es momento de que el Estado —y particularmente su administración tributaria— deje de poner a prueba la paciencia y el bolsillo de quienes sí cumplen. Porque si el sistema colapsa, no es culpa del contribuyente: es señal de que alguien más dejó de hacer su trabajo.

*Economista y abogado tributarista

 

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por Jorge Lizcano

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