Como en una bicicleta estática
Resumen
La sensación de estancamiento en Colombia se refleja en la deserción escolar, la violencia y la creciente migración en busca de mejores oportunidades. La falta de un proyecto de nación moderno y la ineficaz política de 'paz total' intensifican la desesperanza.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Carlos Tobar
Hay una sensación generalizada de desesperanza. Es como vivir en un mundo estancado, sin movimiento. Donde nada parece fluir. Se actúa con una actitud de ‘deja vu’, como si ya hubiésemos vivido algo, pero no sabemos cuándo y dónde. Lo cierto es que la percepción de estancamiento flota en el aire.
Tiene muchas manifestaciones. Una, por ejemplo, es la constante caída del número de estudiantes en el sistema educativo. La deserción escolar se ha agudizado año a año. En un proceso que se agrava, tanto en educación básica primaria como secundaria e incluso en la educación superior el volumen del abandono escolar es preocupante. Aunque puede tener múltiples explicaciones: problemas económicos, la calidad educativa, inestabilidad social, desintegración familiar…, una de las razones más esgrimidas es la pérdida de la credibilidad en que la educación abre puertas y permite el ascenso social.
Si algo descorazona a los colombianos es la generalización de la violencia. No es solo la vinculada a actividades ilícitas como el narcotráfico o la minería ilegal, sino la delincuencia común que se ha enseñoreado en ciudades y campo. El crecimiento de la sensación de inseguridad acoquina a las personas que se refugian con desespero en sus viviendas tratando de escapar del desasosiego que los circunda. El fracaso de la política de “paz total”, una estrategia mal concebida y peor ejecutada, ha permitido que los actores armados organizados pululen por todo el país.
Un país que no crece, económicamente hablando, que a duras penas mantiene lo antes construido, genera la mayor de las incertidumbres. En una sociedad donde todos los años, por la ley de la vida, salen al mercado laboral miles de compatriotas, no tener alternativas de trabajo o proyectos de vida para ofrecer descorazona. Desafortunadamente, desde hace muchas décadas, las élites gobernantes, incluyendo el actual gobierno, no les han propuesto a los ciudadanos un proyecto de nación moderno.
Desde que nos montaron en el proyecto de globalización del gran capital a comienzos de la década de los noventa del siglo pasado, el país en lugar de progresar se ha estancado. Incluso hemos retrocedido en sectores estratégicos como la industria o la agricultura. Estamos por fuera de las cadenas mundiales de creación de valor: no participamos en ninguno de los procesos de la industria de los chips que reconfiguró la industria manufacturera actual; en la industria de las ciencias de la vida, también estamos ausentes, no hay un solo proceso en ese sentido. Para no hablar de que en actividades tradicionales como la producción de alimentos el atraso es aterrador: las formas de producir y comercializar cambiaron de manera radical, mientras nosotros mantenemos formas precarias para tratar de subsistir.
Como consecuencia hay un fenómeno característico de los últimos tiempos: la fuerte y creciente migración de ciudadanos hacia el exterior. El desplazamiento hacia otros países y destinos ha llevado a que anualmente cerca de 500.000 personas, especialmente jóvenes salgan del país buscando mejores horizontes. Algunos de los migrantes han sido formados en el sistema educativo a un costo gigantesco para el país.
El principal reto hacia el futuro inmediato es cambiar este relato de desesperanza. Está en nuestras manos. Hagámoslo.