Amor de telescopio

Por: Claudio Valdivieso

Este cuento de ser novelista lleva al autor a explorar confusos momentos, sobre todo, cuando los personajes de su novela toman forma, vida, identidad y personalidad. Para el escritor es divertido “gestar” al protagonista, esculpirlo con virtudes, defectos, y lograr de este un personaje brillante al añadirle un ligero toque esquizofrénico. Parece increíble, pero existen mil personajes como Lácides que a través de sus alucinaciones ven este mundo perfecto, aunque su lucidez lo despierte naufragando entre lodo y el dolor suficiente para ahuyentar la paz de los verdaderos sabios.

Las alucinaciones de los personajes pueden convertirse en el mayor atractivo de su novela según la utilidad, propósito y enseñanza en los roles de sus locuras, pero llegar al punto de que el autor se encuentre personalmente con el protagonista de su novela, saludarlo y conocerlo, es verdaderamente estremecedor.

El alucinante Lácides es reconocido en el atrevido mundo de la imaginación por su irreverencia, sarcasmo, reflexión y crítica, pero es cauto de no invadir el lindero de la indolencia y la injusticia. Detesta la crueldad, la incoherencia de las oraciones y las acciones, sostiene, además, que esto lo expulsa de sus casillas.

¿Hasta dónde es posible qué un personaje creado de mil alucinaciones se convierta en el mejor amigo y contradictor de su progenitor? ¡Es una locura!   Ahora el escritor está involucrado en un serio problema de letras porque su personaje principal contraría su voluntad. Esta locura es realmente interesante porque Lácides se “salió del papel”, se convirtió en el más rudo opositor del escritor y ahora lo tiene a milímetros de hospitalizarlo en un “sanatorio mental”.

Dice Lácides, que nació inconforme con los románticos “genes” del escritor porque considera que su amor es absurdo. Sostiene que hay amores de amores que no merecen sacrificio después de conquistarse y conocerse porque decepcionan con sus almas. “Nací con la virtud de amar a mis angelitos a distancia porque de cerca ellos se convierten en demonios”, dijo Lácides subordinado contra el escritor en el papel de la novela.  El amor a distancia es una riqueza del alma porque no hay disonancia, reproches ni decepciones. “Ojos que no ven corazón que no siente”. Todo lo que está en la imaginación puede transformarse y el amor también puede hacerlo.

El escritor cree en el amor, pero Lácides, el poeta de todos los amores sostiene que el amor a distancia puede ser eterno porque de cerca destruye, hiere y mata lentamente. El poeta y el escritor coincidieron que hay amores y personas que a la distancia también son poemas perfectos, igualmente, suele suceder que el amor construido entre pieles, mieles, vino y sexo también produce disonancia, conflictos y soberbia. Te quiero…  ¡pero de lejitos!

El amor de lejos no es amor de pendejos y los cuatro viven contentos. Existen mil amores de lejos que solo necesitan encontrarse una vez, abrazarse, quererse, y despedirse inmediatamente para que perdure en el tiempo y la distancia. Daré mi vida por ti, pero jamás mi alma… dijo el poeta Lácides.