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A la memoria de Miguel Uribe Turbay

Resumen

Miguel Uribe Turbay, político colombiano, falleció tras un atentado que nos recuerda la violencia política aún presente. Abogado, líder joven y defensor de la democracia, su legado llama a luchar por una política segura y libre de violencia en Colombia.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Luis E. Gilibert
A la memoria de Miguel Uribe Turbay

La mañana del 11 de agosto quedará marcada en la memoria nacional como un día de luto y reflexión. Colombia perdió a Miguel Uribe Turbay, quien falleció en Bogotá tras más de dos meses de lucha hospitalaria luego del atentado en su contra, perpetrado el 7 de junio en el barrio Modelia. No fue solo la muerte de un líder político, fue el apagón prematuro de una voz que, con firmeza y juventud, defendía la institucionalidad y la seguridad ciudadana.

Abogado de la Universidad de los Andes y con maestría en Administración Pública de Harvard, Miguel inició su carrera política a los 25 años como concejal de Bogotá, siendo reconocido como el concejal revelación, para luego ser presidente de la corporación. Más tarde, como secretario de Gobierno de la capital, durante la administración de Enrique Peñalosa, se convirtió en el funcionario más joven que ocupar ese cargo, imprimiéndole un enfoque decidido en la seguridad y en la eficiencia administrativa. En 2022 llegó al Senado, donde continuó su defensa de los valores democráticos y del fortalecimiento de las instituciones.

Su vocación política estaba marcada por una historia familiar de profundas cicatrices y enseñanzas. Hijo de la periodista Diana Turbay, asesinada durante un secuestro ordenado por Pablo Escobar, nieto del expresidente Julio César Turbay y de doña Nydia Quintero, Miguel heredó un talante luchador y un compromiso con el país que trascendía intereses personales, aspiraba a la presidencia de su país con un discurso renovador, crítico y capaz de tender puentes más allá de ideologías rígidas.

El atentado que segó su vida, calificado como magnicidio, nos retrotrae a las épocas más oscuras de la violencia política. Una violencia que creíamos superada, pero que vuelve a recordarnos que la intolerancia armada sigue acechando la democracia.

Miguel deja a su esposa, a su pequeño hijo y a tres hijastras, pero también deja un legado en construcción: el de un liderazgo joven, honesto y coherente que creía en una política distinta, cercana y con sentido de responsabilidad hacia el ciudadano, en verdad una remembranza que exige el compromiso de las juventudes que lo heredan.

Como país, no podemos permitir que su muerte se sume a la lista de tragedias que se olvidan con el tiempo. Miguel Uribe Turbay debe ser recordado no solo como una víctima, sino como un símbolo de la Colombia que anhela paz, respeto por la ley y una política libre de violencia. Su memoria nos impone un deber: redoblar esfuerzos para proteger la vida, fortalecer las instituciones y defender el ejercicio político como un derecho inalienable en democracia.

Que su nombre inspire, que su ejemplo permanezca y que su muerte sea una razón más para no claudicar en la lucha por un país seguro y en paz.

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por Luis E. Gilibert

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